El paisaje se presenta en toda su amplitud. Es en una pequeña loma dentro del paraje
natural del Valle del Duero, donde se sitúa el proyecto. Una zona de orografía y
contornos suaves, destinada casi en su totalidad a la producción vitivinícola y
ganadera. La bodega se emplaza en la parte más alta del denominado Pago de las
Bodegas, lo que proporciona resguardo frente las heladas y excelentes vistas; se
encaja en el extremo S-O, en una zona árida y poco funcional debido a una formación
silíceo-rocosa localizada en el subsuelo, que conforma un desnivel de cuatro metros.
Alrededor, campos de viñedo que se funden con pinares.
El proyecto prevé la construcción de una bodega singular y de producción limitada en
los mismos viñedos de la propiedad. A medio plazo, crear unos recorridos didácticos,
dentro y fuera de la parcela, relacionados con la elaboración del vino y con la historia y
la cultura local.
El acceso al edificio, situado en el culmen de un pequeño cerro, se realiza mediante
una ascensión lenta en la que se suceden diferentes escenarios, como si de una subida
a una acrópolis se tratara, dejando entrever el nuevo edificio entre los vestigios de
cuevas y lagares. El ascenso continúa dentro de la finca, entre cepas jóvenes del país,
por el camino tradicional de vendimia, rehabilitado. El edificio emerge en cada paso,
mostrándose finalmente en su fachada norte, como una loma más. El proyecto de
bodega busca la integración con el paisaje y el mínimo impacto visual, dentro de los
requerimientos. La estrategia –atendiendo también a las ventajas intrínsecas- es
aprovechar el desnivel de la parcela para enterrar parcialmente el edificio y alejar la
fachada sur, más alta, del límite, creando una plaza multifuncional rodeada de
vegetación. Eventualmente, la cubierta funciona como mirador recuperado. En este
proceso de abstracción, el material escogido, hormigón in situ, representa el material
total, que aporta continuidad a la tierra a partir de la tierra.
Los límites de actuación se difuminan dando continuidad a la vegetación existente y
replantando variedad autóctona. De esta manera, se plantan cepas en el límite
meridional, extendiendo los viñedos, y arbustos y plantas aromáticas, al oeste. La
manipulación es mínima: se deja que el verde se fusione de manera cuasi natural con
el paisaje existente y sus geometrías. En este sentido, el jardín trasciende más allá de
sus límites y se funde con la naturaleza circundante, como un paisaje prestado o
shakkei.
El proyecto se concibe como la síntesis del entorno, como la suma de factores
intrínsecos, relacionados con el paisaje, los vestigios del lugar y factores
arquitectónicos, como la funcionalidad o la ergonomía. Por otro lado, se trabaja con
una abstracción del concepto de bodega tradicional. La intención es la de rememorar y
enfatizar estas preexistencias; dotarlas de contexto, situarlas y relacionarlas, para
finalmente integrarlas al proyecto. Redefinir un nuevo programa, implementar una
nueva estrategia, para la creación de un nuevo lugar y unas nuevas trazas; de este
modo, enlazar lo antiguo con lo nuevo:
“intercambiando el pasado como proyecto y el futuro como memoria” (…)
Paul Ricoeur