Las estrechas calles de la ciudad vieja crecen hasta convertirse en plazas, en las que la estancia es la protagonista, salvando los desniveles generalmente con escaleras, a modo de gradas donde se concentra la actividad. Reinterpretando esta situación, los canales de movimiento se transforman en espacios de estar, a distintas cotas, unidos por escaleras que se transforman en bancales capaces de contener naturaleza, de convertirse en placita, en asiento, en escondite; el hogar en la calle.

Se genera una gran diversidad en los modos de estar, fluyendo desde la simple parada, pasando por el descanso o la espera y llegando a convertirse en un lugar donde pasar un rato, contemplar un espectáculo; haciendo de la variación de los modos de estar la riqueza de la plaza.

Optamos por un espacio restringido en altura, como puesta en valor de la escala humana.

Optamos por un espacio público cubierto, como respuesta al clima compostelano.

Optamos por un espacio de luz tamizada, como artificialización del bosque, delmismo modo que las rocas de las montañas se transforman en paredes y suelo de la ciudad vieja.

Dejamos que se diferencien las funciones, a la vez que hacemos que se integren en una única propuesta unitaria, con continuidad espacial.

Una celosía de elementos de chapa de acero galvanizado, a través de la variación de su densidad y disposición; combinada con la superposición de un material traslúcido, con la iluminación integrada, resolverá las cuestiones formuladas.