Todo diseño de un espacio de trabajo que represente la filosofía de una empresa y favorezca el desarrollo de su actividad siempre es un reto atractivo y complejo, pero cuando dicha oficina está destinada a acoger a uno mismo, el reto se magnifica y potencia hasta niveles insospechados.

En nuestro caso, el proyecto de la nueva sede de GANA Arquitectura surge repleto de ilusión e ideas, a partir de un espacio cuya ubicación y potencial eran más que notables. Aspectos como una solería tradicional de los años treinta, las vistas al ábside de la Iglesia de Santiago, o el acceso desde la calle Alcazabilla, le aportaban al proyecto un valor añadido indudable. Por tanto, la clave en este diseño pasaba por poner en valor lo existente, en contraste con los elementos modernos que la propia actividad nos exigía.

Desde un enfoque basado en la sencillez, la vivienda original se transforma en un espacio diáfano y abierto, donde es la propia geometría acompañada de sutiles elementos separadores, la que zonifica el espacio y lo adapta al uso de oficina requerido por la empresa. Así, el suelo original se mantiene limpio pero no restaurado, en oposición a las líneas de hormigón que recuerdan el trazado original de los tabiques. Las habitaciones originales se conciben como alfombras donde la solería nos permite zonificar los ámbitos de trabajo. Por ello, se diseña todo el mobiliario a medida, trabajando con tableros de gran dimensión sin juntas ni cableados vistos, en busca de una estética elegante, limpia y funcional. De esta forma, se potencia la historia del lugar y se organizan los recorridos conforme a su disposición anterior.

Detalles como la mampara de vidrio que delimita la sala de reuniones, las lamas de madera que conforman el acceso, o la instalación vista metálica de climatización, se emplean para resaltar el muro de carga original del edificio, el cual se descubre para mostrar el ladrillo desnudo y dotar de identidad al conjunto.