Sumergido en lo más alto de la Elisabeth Tower, este refugio a caballo del tiempo se ubica en una atmósfera frágil e inmaterial.

Tras las llamas del incendio que, la noche del 16 de octubre de 1834, arrasaron el antiguo Palacio de Westminster, fue Augustus Pugin el encargado de diseñar la, comúnmente conocida, torre del Big Ben, que desde entonces ha permanecido vacía.

El nuevo refugio se sitúa a 86 metros de altura,  anclado a los muros de piedra caliza y al mecanismo del reloj. Se trata de una estructura ligera sobre el vacío, donde las sombras están surcadas, tan solo, por un filigrana de 334 escalones.  Es el camino necesario para llegar allí, casi un ritual: ascender a través de una pesada oscuridad, rodearse del vacío para, lentamente, vislumbrar una sucesión de reflejos que se filtran a través de las cuatro vidrieras del reloj para resquebrajar las tinieblas y, finalmente, adosarse al tiempo. 

 Cortesía del Archivo de la Biblioteca del RIBA, los planos a disposición ilustraban también una serie de nudos y anclajes de hierro, que se han utilizado en la estructura de la casa, hilvanando así un diálogo lírico con el pasado.