La plaza de les Glòries de Barcelona se plantea como un vacío enmarcado por la gran ciudad. Las huellas de la época contemporánea están siendo borradas y ocultadas bajo el nuevo parque, que permitirá a sus habitantes entrar en contacto abierto con la naturaleza.

A nivel urbano, se propone una pieza sencilla, marcadamente horizontal, que no trata de competir con los hitos arquitectónicos que ya rodean el lugar. Se vincula al nuevo eje del Rec Comtal, aprovechando la orientación norte-sur, situándose paralela a él, como si de un camino alternativo se tratara. 

Se busca formar parte del parque sin alterar su topografía, puesto que la propuesta ganadora del proyecto quiere mantenerse en lo posible, a la misma cota de la ciudad. Se comparte pues el jardín como suelo, para albergar un vacío que trabaja la transición oscuridad-claridad. 

El espacio de meditación se concibe como una caja de hormigón armado cerrada al exterior, enconfrado con tablillas de madera. Sus espacios interiores buscan la penumbra y las sombras, que se ven potenciadas por las aperturas laterales al elevar y suspender la caja, y puntos de luz cenitales.

El espacio central se eleva del suelo para adentrarnos en un cilindro revestido de lamas de madera, que forma una superficie continua de mayor calidez, donde poder permanecer a cubierto. 

Por último, este plano de cubierta (de gravas) se sostiene por tres perfiles de acero (IPE-40) que se anclan a los muros interiores y permite, por su óculo central, el paso del exterior en forma de sombras, luz, lluvia y naturaleza, conformando así el ambiente del espacio interior.