HABITAR UNA VENTANA

El hombre, en busca de su protección, se ha procurado de una techumbre y unos muros, creando el espacio propio, el hogar, lejos de los peligros del mundo exterior. Pero llegado el momento se hace evidente una conexión, un vínculo entre el hogar y el entorno. La evidencia de esta incursión de lo ajeno en lo propio se hace patente en la ventana, el muro horadado, la oquedad que permite hacer partícipe a lo público de lo privado. El proyecto parte de la premisa de obviar los elementos arquitectónicos propios de la choza primitiva, haciendo protagonista al hueco. El cabanon queda reducido a una gran ventana habitada, que se establece como límite entre lo conocido y la incertidumbre del exterior. Se elije como emplazamiento el acantilado de “las rocas del viejo Harry”, parte de la costa jurásica del sur de Inglaterra, donde se establece una separación clara entre lo terrenal y la infinitud del mar, una ruptura abrupta en el terreno, un dramático y escarpado muro donde se emplaza una ventana.