Reflexión sobre la manera de habitar el medio rural hoy en día. La vivienda, diseñada siguiendo estrategias bioclimáticas, fue construida en taller mediante un sistema industrializado de madera laminada y finalizada en obra por sus propietarios.
La parcela define el límite entre el pueblo de Navajeda y la naturaleza en su máxima expresión: vistas amplias, montañas, un pequeño arroyo y varios robles de decenas de metros de altura. El proyecto materializa una reflexión sobre la manera de habitar el medio rural hoy en día, respondiendo a una voluntad genuina de vivir intensamente con la naturaleza.
La vivienda se manifiesta como una pieza abstracta en el paisaje, a través de un volumen simple y compacto que no oculta su lenguaje contemporáneo: mientras que los materiales naturales en fachada –paneles de corcho en la vivienda, madera en el garaje- garantizan un diálogo sereno con los árboles y praderas, la cubierta de chapa ondulada refleja los cambios atmosféricos del cielo cántabro.
La rotundidad volumétrica exterior contrasta con la complejidad espacial interior: una galería atraviesa y divide en dos el volumen, funcionando la mayor parte del año como un invernadero que distribuye el aire caliente a ambas zonas de la vivienda. La cocina sirve de conexión entre las dos piezas resultantes, formando en planta una disposición en ‘H’ totalmente calefactada.
La utilización de sistemas prefabricados e industrializados permitieron en gran medida la autoconstrucción. La estructura y envolvente, compuesta por bastidores de madera laminada, se construyó en taller y fue transportada a obra, donde sus piezas se ensamblaron en apenas una semana. Los acabados y parte de la obra menor fueron finalizados por los usuarios.
A medio camino entre lo rural y la naturaleza, la vivienda evoca siempre una doble condición: hermética y permeable, natural y artificial, industrializada y artesanal, refugio y libertad.