La obra de Juan Navarro Baldeweg pone de manifiesto la existencia de un origen común y de una multiplicidad de relaciones entre sus diversas propuestas plásticas y arquitectónicas. El trabajo desarrollado durante su periodo de formación artística e intelectual, comprendido entre 1960 y 1976, que coincide respectivamente con el inicio de sus estudios de grabado y arquitectura en Madrid y con el regreso de Estados Unidos, tras cinco años de estancia en el Center for Advanced Visual Studies del M.I.T. dirigido por el discípulo de Moholy-Nagy, Gyorgy Kepes, permite identificar unas líneas argumentales que relacionan las ideas y los temas recurrentes de su arquitectura posterior.
La pintura que realiza entre 1960 y 1965 refleja un proceso evolutivo similar al experimentado por los pintores norteamericanos de esa época, como superación de los postulados del action painting. Desde unos primeros planteamientos gestuales, se dirige hacia una línea de trabajo más conceptual y construida, con la que el artista se limita a poner en marcha los mecanismos que generan la acción; sus propuestas están atravesadas por energías que recorren y relacionan cada una de las diferentes estructuras gráficas o estratos que componen la obra.
Durante la segunda mitad de los años sesenta, realiza unas propuestas cinéticas, activadas por medios mecánicos, con las que analiza la relación existente entre movimiento y forma, que evolucionarán hacia la definición de sistemas dinámicos, espontáneamente autorregulados en el medio urbano, enmarcados dentro de la teoría general de sistemas o basados en la aplicación de la cibernética y la automatización sobre los procesos de diseño y ejecución de la arquitectura. La complejidad de estos estudios y las conclusiones que de ellos extrae le hace cuestionar su validez como propuesta artística y reconsiderar su línea de trabajo hasta ese momento.
Desde un planteamiento teórico de análisis del medio, pasa a la descripción de los procesos elementales que lo configuran a partir de unas propuestas activadoras de efectos naturales, denominadas piezas, que agrupa en un mismo espacio o interior. Desarrollados durante su estancia en el M.I.T., entre 1970 y 1975, las piezas y los interiores realizados en este periodo a partir de energías omnipresentes como luz, gravedad, magnetismo o sonido conforman un marco genérico de actuación para todo su trabajo posterior, que define como la “habitación vacante”, en donde los temas se transforman y evolucionan dentro de un proceso que transciende las cualidades físicas de cada objeto autónomo.
Las piezas son obras activadoras de signos naturales, que estimulan su capacidad conceptual y definen extensos espacios de significación. Cada una de ellas puede ser el inicio de una vía de interpretación o un estado previo a su desarrollo formal sobre cualquier medio. Están formadas por objetos cotidianos reconocibles, pesos, cuerdas, ruedas o brújulas, que evitan competir con el significado del signo.
Los cinco interiores que Juan Navarro realiza entre 1973 y 1976 reconstruyen la complejidad del medio físico y su multiplicidad de significados mediante la acumulación de piezas. Configuran un espacio mental en el que reúne los temas protagonistas de su trabajo posterior: luz, gravedad, horizonte y mano.
La arquitectura de Juan Navarro Baldeweg, ajena a las cualidades formales de los objetos, dirige su interés hacia las relaciones adicionales que la definen, es decir, hacia todo aquello que la rodea, sostiene o fundamenta, y que constituye un espacio complementario de actuación. Para ello, analiza sus proyectos a partir de acciones o procesos que evidencian energías naturales mediante interrupciones o cortes de algo tan ilimitado y omnipresente como es la gravedad o la luz. El espectador, al recorrer el espacio ideado, introduce en sus propuestas una nueva geometría de fugas e interposiciones, que definen un horizonte dinámico en permanente transformación por las limitaciones físicas del ojo humano y por la disposición de las cosas en el espacio. La energía manual introducida por el artista a través de la representación de la realidad también interviene, de forma más o menos nítida, como respuesta a la necesidad humana de engalanar el espacio habitado con elementos gestuales que reflejen su propia existencia.
Luz y sombra, gravedad y equilibrio como intersección de energías; horizonte visual percibido como interposición y fuga de un horizonte mayor; y el gesto manual del hombre como fuga en el espacio son los temas que la arquitectura de Juan Navarro Baldeweg reinterpreta de aquella “habitación vacante”.