Vivimos en un momento donde es necesario un desplazamiento de nuestros objetivos al servicio del hombre. Reclamamos que las cosas se hagan ajustadas a las necesidades de las personas y los lugares, lejos de las dinámicas de crecimiento desarbolado de la época que nos precedió y que sólo atendían a intereses ajenos a la arquitectura.

Frente a posiciones que apuestan por el tamaño, la internacionalización o la inmediatez, estamos convencidos que son necesarias nuevas estrategias que acerquen la arquitectura al lugar desde nuevas ópticas que tengan que ver con la sostenibilidad, la proximidad y una reflexión profunda y eficaz.

La pequeña escala, por oposición o por necesidad, es hoy el trabajo de una nueva generación de arquitectos con la que podemos garantizar una mayor intensidad conceptual, una mayor integridad constructiva, y, si nos lo permiten, una mayor coherencia formal, lo que, sin duda, contribuye a establecer un mejor encaje con el entorno en el que habitamos.

Estos pequeños experimentos permiten cierta libertad y eficacia disolviendo inteligentemente los límites con otras disciplinas y conectando con una sociedad que reclama hoy una arquitectura cercana y pegada a la realidad.

Y, porque al reivindicar la pequeña escala, no sólo queremos dejar atrás los excesos y la opulencia de un momento que nunca nos fue propio. Y, por qué no, la historia está escrita con pequeñas grandes obras de maestros que demostraron ser incluso más reveladoras que muchas de sus grandes construcciones.