Ana Naomi de Sousa es una prolífica periodista y documentalista radicada en Londres que ha trabajado para Al-Jazeera, The Guardian y Amnistía Internacional, entre otros. En 2014 lanzó la serie documental Rebel Architecture, que buscaba visibilizar el trabajo de seis arquitectos internacionales cuyo trabajo aborda problemas sociales, políticos o medioambientales. Me reúno con ella en el mercado de Tooting, el barrio al sur de Londres donde creció para hablar de sus experiencias, sus próximos proyectos y su opinión sobre los arquitectos.
¿Cuál fue tu primer contacto con arquitectura?
Creo que empecé a interesarme por las ciudades y su arquitectura cuando vivía en Angola. Tras graduarme en 2006, me mudé a Cabo Verde y unos meses más tarde a Luanda para trabajar como traductora. Hacía cuatro años que la guerra había acabado y el país estaba en pleno proceso de reconstrucción. Vivía en una zona de la ciudad que estaba a punto de ser completamente demolida. Empecé a interesarme por la historia del barrio, la cultura local, la gente y sus edificios, y como todo ellos se conecta. El barrio se acabó demoliendo y fue reconstruido. Tras la guerra hubo un gran proceso de especulación inmobiliaria en todo el país, promovido no sólo por el gobierno sino también por las empresas petroleras interesadas en la explotación de los recursos naturales. La gente que había vivido en esa zona durante generaciones fue desahuciada y obligada a mudarse a las afueras de la ciudad. Un desastre.
¿Cómo empezó tu interés por el periodismo?
Crecí en Londres y siempre me gustó andar por la ciudad, descubrir las historias detrás de su arquitectura y conocer cómo esta responde a diferentes factores sociales, culturales, políticos y económicos. Al volver de Angola hice un máster en periodismo en Goldsmiths University y fue tras terminar que conseguí un trabajo como investigadora en la cadena de televisión Al-Jazeera.
¿Cómo fue la experiencia en Al-Jazeera?
Fue un momento muy intenso y enriquecedor en mi carrera y justo un año antes del comienzo de la Primavera Árabe. Me uní al equipo de Empire, un programa que analizaba distintos contextos geopolíticos desde el punto de vista del ciudadano, con un foco en el hemisferio sur. Trabajábamos in-situ a través de oficinas y corresponsales en diferentes países, cubriendo noticias que otros medios internacionales pasaban por alto. Más tarde empecé a trabajar en la producción de documentales, primero en la serie Witness y luego en Activate donde abordábamos temas de activismo político.
¿Y cómo empezó Rebel Architecture?
En 2013 empecé a ver cómo arquitectura y ciudad se convertían en parte de la agenda general y de las conversaciones de la gente. Creo que se debía en parte al impacto de la crisis financiera de 2008 y en cierto modo también a una creciente crisis de proyectos humanitarios. En ese momento se lanzaron también algunos libros como Rebel Cities: From the Right to the City to the Urban Revolution (2012) de David Harvey o Radical Cities (2015) de Justin McGuirk, que nos ayudaron no sólo en nuestra propia investigación y generar un marco teórico, sino a corroborar el interés del público general. Era el contexto perfecto para lanzar un proyecto así y Al-Jazeera el medio idóneo para hacerlo.
Algo que creo fue importante en esos documentales fue su capacidad de hablar sobre arquitectura a un público general…
La mayoría de los documentales sobre arquitectura tienen un enfoque muy clásico, se centran en los propios edificios, analizados desde la propia historia de la arquitectura. Este proyecto nos permitía hablar de arquitectura desde un punto de vista social y político, dos factores íntimamente ligados a la disciplina y que la gente entiende. Nos permitía mostrar la arquitectura con una óptica diferente, accesible al público no especializado.
¿Cómo fue el proceso de investigación para Rebel Architecture?
Por diferentes razones fuera de nuestro control, el proyecto se retrasó en varias ocasiones y Daniel Davies (co-director de Rebel Architecture) y yo tuvimos más de un año para desarrollar la investigación. Esta fue una situación extremadamente excepcional que nos permitió revisar el proyecto varias veces, echar la vista atrás con un ojo crítico y modificar aquellos aspectos de los que no estábamos convencidos. Al final dimos con seis arquitectos completamente distintos que representaban un amplio espectro geográfico, con diferentes acercamientos a la disciplina, unos más prácticos y otros más teóricos. Todos eran diferentes, pero sin embargo tenían un punto en común, todos son arquitectos activamente comprometidos con su contexto inmediato.
¿Cómo llegasteis a la selección final de los arquitectos?
Por un lado, buscábamos arquitectos que representaran distintos contextos geográficos que respondieran a los intereses de nuestra propia audiencia internacional. Por otro lado, queríamos arquitectos comprometidos y que reflejaran diferentes puntos de vista en cuanto a su posicionamiento profesional. Teníamos claro que no queríamos incluir a arquitectos que no estuvieran directamente conectados, de una manera u otra, con el contexto en el que trabajaban. Desde el principio, también descartamos a aquellos arquitectos “humanitarios” que trabajan desde sus estudios occidentales tratando de solucionar el mundo. Creo que la selección final fue un gran acierto: Yasmeen Lari de Pakistán, Vo Trong Nhia de Vietnam, Kunle Adeyemi de Nigeria, Ricardo de Oliveira de Brasil, Eyal Weizman de Israel y Santi Cirugeda de España. Otros como Alejandro Aravena o Urban Think Tank se quedaron fuera. Entendimos que ya tenían suficiente atención mediática y queríamos gente menos conocida, tanto para no-arquitectos como para los propios arquitectos.
¿Cómo fue la experiencia de trabajar con ellos?
De los seis episodios de la serie, yo me encargué de filmar dos de ellos, Santi Cirugeda en España y Eyal Weizman en Israel. Los otros cuatros los encargamos a distintos directores. Buscábamos reflejar un momento específico en la arquitectura contemporánea, crear una visión periodística y no generar un documento que legitimara estas prácticas como la única manera de hacer las cosas. La experiencia fue muy intensa pero también muy gratificante, más aún al ver la reacción positiva por parte de la audiencia y de los propios arquitectos.
Fue un momento muy interesante, el gran público comenzó a ver nuevas formas de arquitectura que nada tenían que ver con los star-architects. Creo que tu visión crítica e imparcial desde fuera de la disciplina ayudó en gran medida a poner en valor ese tipo arquitectura ¿no te sentiste intimidada de meterte en el mundo de la arquitectura?
Para nada. En ese momento, aunque me interesaba la arquitectura, no sabía demasiado sobre la propia disciplina ni tampoco conocía demasiados nombres de arquitectos. Mi trabajo era puramente periodístico que es lo que conozco, analizando los resultados, documentando cómo la arquitectura funciona en su contexto urbano, a nivel social, medioambiental o político. Recuerdo que recibimos también algunas críticas de arquitectos que cuestionaban ese tipo de arquitectura y la manera tan ruda que tuvimos de contarlo. Pero esa es la realidad que nos interesaba mostrar. Además, teníamos un presupuesto muy modesto para hacerlo, lo que hizo que pareciera incluso más tosco.
¿Habéis considerado hacer una segunda temporada de Rebel Architecture?
Fue algo que propusimos a Al-Jazeera pero en televisión las cosas son diferentes. Una vez que ya habían lanzado el proyecto, entendieron que ese tema ya estaba cubierto y no había necesidad de seguir hablando de ello. A nosotros nos hubiera encantado poder hacerlo.
¿Qué conclusiones sacaste después de hacer este proyecto?
Primero, creo que la arquitectura y los arquitectos tienen un serio problema de comunicación para dialogar con otras disciplinas y con el resto del mundo en general. Utilizan lenguajes sólo accesibles a ellos mismos, exponen su trabajo principalmente en medios super especializados que sólo consiguen distanciarles de la sociedad. Desde mi punto de vista, el arte ha sabido comunicarse mucho mejor, tanto para hacer llegar su mensaje al público general como para convertirlos en agentes activos de su discurso. Sin embargo, creo que los arquitectos al no estar expuestos normalmente al público, ya sea a través de exposiciones, medios de comunicación o publicaciones, siguen recluidos en su propia burbuja. Un caso excepcional es el de Forensic Architecture con quien he trabajado y quienes han sabido aprovecharse de los medios que utiliza el arte para acercar sus proyectos al gran público.
Por otro lado, me di cuenta de que los arquitectos son egocéntricos y tienden a posicionarse en el centro de las respuestas a los problemas de la ciudad, cuando en realidad son sólo un actor más. Es importante que afronten formas de trabajar más colaborativas y participativas, poniendo su voz al mismo nivel que otras. En este aspecto, Santiago Cirugeda es un ejemplo admirable ya que ha sabido entender cuál es su rol en el sistema, desarrollando un papel como intermediario entre diferentes agentes. Él se dio cuenta que para poder tener un impacto necesitas renunciar a cierto poder e involucrar a otras voces, generando una estructura de trabajo horizontal. Esto es lo que la mayoría de los arquitectos aún no han entendido, y siguen intentando resolver el mundo desde su pedestal y su auto-adjudicada posición de poder.
¿En qué proyectos trabajaste con Forensic Architecture?
Dejé Al-Jazeera en 2014 aunque seguí filmando para ellos de manera externa e intermitente durante el siguiente año. En ese tiempo hice varios reportajes, entre ellos uno sobre el nuevo gobierno de Manuela Carmena en Madrid y otro sobre los bombardeos que estaban teniendo lugar en Gaza. Fue a principios de 2016 cuando empecé a colaborar con Eyal Weizman de Forensic Architecture, a quien conocí a través de Rebel Architecture. El primer proyecto en el que colaboré con fue Black Friday sobre el bombardeo de Gaza en Rafah. El segundo, fue un proyecto sobre la prisión de Saydnaya en Siria para Amnistía Internacional. Para este último entrevistamos a cinco supervivientes que habían pasado por esta prisión y para a través de sus relatos reconstruir la arquitectura de la prisión. Este fue proyecto fue complicado, no sólo por el poco tiempo que tuvimos para desarrollarlo sino por lo delicado del tema que tratamos y lo personal que era las propias historias de las personas que entrevistamos.
¿En qué otros proyectos estás trabajando ahora?
Principalmente en dos. El primero es con la arquitecta Sandi Hilal a quien conocí en 2013 cuando estaba filmando en Palestina. Ella junto a su marido Alessandro Petti dirigen Decolonizing Architecture, un proyecto que rechaza los límites de la imaginación y especula sobre los límites de la ocupación. Sandi me contactó para hacer una película sobre hospitalidad en el mundo árabe encargada por ArkDes, el Museo Nacional de Arquitectura y Diseño de Suecia, para la exposición Public Luxury que abrirá en Junio de este año. Sandi ha diseñado una instalación para la exposición que reconstruye una sala de estar típica de una casa árabe en la que los visitantes entrarán y se sentarán en cojines en el suelo para ver la película. La película la filmamos en el norte de Suecia, cerca del Círculo Polar Ártico, en un lugar inhóspito donde en invierno hacen alrededor de 25 grados bajo cero y sólo tres horas de sol al día. Es ese lugar desolador donde Suecia está mandando a los refugiados [BODEN LIVING ROOM].
¿Porque es barato y nadie quiere vivir allí?
Exacto. Allí hay pueblos que están quedándose casi deshabitados y es una forma de poblarlos. El proyecto es muy crítico con esa postura del gobierno, y busca explicar el contraste entre la hostilidad del contexto y la hospitalidad propia de la cultura árabe. La película se centra en una pareja que al contrario de la mayoría de refugiados, tuvo una buena experiencia al llegar y decidieron quedarse allí. A diferencia de otros, cuando llegaron a Suecia se comportaron como si estuvieran en su casa desde el primer día. Tomaron el papel de “anfitriones” en lugar de acogidos o “huéspedes”. Tal y como es típico en la cultura árabe, la pareja siempre ha tenido las puertas de su casa abiertas a cualquiera que quisiera ir. Esto fue muy importante para su integración, les permitió conectar con la gente local y no dejar de lado sus propios orígenes, donde la hospitalidad es una parte crucial de la estructura social.
¿Cuál es el segundo proyecto en el que estás trabajando?
Es una película documental que revisita la cultura popular de los noventa en Reino Unido. La gente recuerda los noventas con iconos como las Spice Girls, Oasis o Tony Blair, pero esa fue también una década de mucha agitación cultural para muchas minorías étnicas en el país. Este es mi principal proyecto ahora mismo y es en el que llevo varios años trabajando. Es un proyecto muy personal y que aborda mi interés por contar aquellas historias que han sido pasadas por alto y olvidadas.
¿Disfrutas más con ese tipo de proyectos que trabajando con arquitectos?
Después pasar los últimos años rodeada de arquitectos, estoy bastante decepcionada con la arquitectura. Las políticas internas de este sector son muy frustrantes. Muy pocos arquitectos tienen una agenda política o social, y los pocos que la tienen, la mayoría suelen venir de contextos privilegiados, lo cual tiene algo de ficticio. Hay mucho postureo y muy poca arquitectura realmente comprometida.