El edificio, situado en el centro histórico de Sevilla, ocupa una parcela trapezoidal que presenta sus fachadas principales a la calle Imagen y a la Plaza del Cristo de Burgos.

Sus referencias urbanas más inmediatas son la Plaza de la Encarnación, a unos escasos 150 metros, la Parroquia de San Pedro, a unos cuarenta metros y enfrentada al edificio o la propia Plaza del Cristo de Burgos por la que se accede.

La calle Imagen surge como un intento de ensanche interior de la ciudad en época contemporánea, a mediados del siglo XX, que implicó la incorporación de buenos ejemplos de arquitectura regionalista y racionalista. Por tanto, se sitúa en un enclave donde la ciudad ha experimentado la confrontación entre la ciudad histórica y las propuestas urbanas y arquitectónicas que caracterizaron al siglo XX desde sus inicios.

La comprometida situación de la parcela sirvió de excusa para que el entonces Colegio Oficial de Arquitectos de Andalucía y Occidental y Badajoz (COAAOB), convocara un concurso de anteproyectos para la construcción de su sede social que se falló en 1976 otorgando el primer premio, el encargo del proyecto definitivo, al equipo que finalmente lo proyectó.

Se trata de un edificio administrativo que, de acuerdo con la normativa municipal vigente, podía tener hasta seis plantas de altura en fachada a la calle Imagen y cuatro a la de la Plaza del Cristo de Burgos y a la calle trasera, Mercedes Velilla.

Su posición urbana, frente a la Parroquia de San Pedro, con fachada a la calle Imagen, de tráfico intenso, a la Plaza del Cristo de Burgos, salón ajardinado de arboleda de gran porte, fueron determinantes en la configuración del Proyecto que se plantea desde su diagonal para resolver la compleja volumetría que determinaban las diferentes alturas y retranqueos permitidos. Esta diagonal permite separar un volumen de seis plantas, frente a la calle Imagen y deslizándose hacia el fondo de la parcela, de una fachada de grandes huecos abiertos a la Plaza del Cristo de Burgos, concibiéndose el edificio como una "cáscara de ladrillo" que alberga un patio al que se abren las dependencias colegiales.

La fachada principal y el patio de acceso se plantean como evocación de la arquitectura local, haciendo referencias a los grandes huecos en fachada, a la vegetación en el patio, a su relación velada con la calle o a la instalación de toldos que lo cubren.

Las distintas plantas constan de un rectángulo principal libre de toda división y atravesado por los núcleos técnicos, variando la forma de la escalera según las plantas que relaciona, lo que dota al edificio de un recorrido interior que lo pone en constante relación con su ámbito urbano. Las plantas primera, segunda y tercera se complementan con otro rectángulo que alberga la sala de reuniones y la biblioteca en dos plantas, orientada al norte.

La planta primera y el primer sótano buscan la máxima flexibilidad y limpieza para poderse usar de distintas maneras: reuniones, conferencias o exposiciones.

Todos los paramentos del edificio se tratan chapados con una plaqueta cerámica de gran calidad para diferenciarse de los planos de fachada de ladrillo visto.

El Colegio se abre a la Plaza a través del patio, resolviendo su fachada este con un muro cortina que, en plantas cuarta y quinta, se vuelve al sur.

Aunque en un primer momento se pensó habilitar los sótanos como aparcamiento, disponiendo el proyecto para ello de una plataforma para el acceso de vehículos, finalmente se decide que los sótanos segundo y tercero se dediquen a alojar el archivo de la institución.

El primer sótano y las plantas baja y primera introducen la parte del programa de mayor accesibilidad para el público, si bien una reforma reciente destinó el primer sótano a la venta de libros y material para arquitectos. Las cuatro plantas restantes están destinadas a oficinas.

Su estructura se resuelve mediante estructura de ladrillo y acero con losas de hormigón armado de 15 cm de espesor y un emparrillado de vigas de acero con luces máximas de 4x4 metros.

El muro cortina se uniforma al usar el aluminio anodinado, los vidrios e incluso los sellados de silicona en el mismo color bronce.

El edificio fue una apuesta valiente sobre cómo intervenir en un tejido histórico. Su limpieza y elegancia formal, la elección y calidad de sus materiales y soluciones constructivas, la inteligente interpretación de la ciudad en ese punto y su característica volumetría lo han convertido en una clara referencia de la arquitectura de la ciudad, trascendiendo la propia época en que fue construido.