La plaza de Los Marteles se localiza en la zona norte del caso histórico de Sevilla, entre las calles Sol y Enladrillada, cerca de la Plaza del Pelícano, es decir, donde el caserío tradicional ha sufrido mayor abandono. Conformada por grandes manzanas procedentes en muchos casos de los sucesivos procesos desamortizadores del siglo XIX, a veces vacías en su interior y, otras, registradas por estrechos adarves como el caso que nos ocupa, pues para penetrar en el interior de esta gran manzana sólo existe la doble perforación que desemboca en la plaza rectangular interior de los Marteles.
La Empresa Municipal de la Vivienda de Sevilla (EMVISESA) a raíz de la reformulación del Plan de Reforma Interior del Casco Antiguo de Sevilla (REPRICA) que detuvo importantes pérdidas patrimoniales en la ciudad, buscó la regeneración del tejido residencial de esta zona norte encargando a diversos estudios de la ciudad la intervención en diferentes manzanas, proyectos que se mueven en la línea de investigación y recuperación tipológica de la casa de vecinos en torno a espacios comunes interiores: corrales, pasajes o patios. Antonio Cruz y Antonio Ortiz, para entonces, ya habían realizado sus intervenciones de estas características en Doña María Coronel, calle Medina, o calle Lumbreras, coincidiendo este proyecto con el de calle Hombre de Piedra o el de calle San Vicente.
En este caso el proyecto apuesta por el establecimiento de una singular estructura de peine cosida por una pieza común que da fachada a la plaza. Los edificios principales, transversales, se adaptan a las peculiaridades geométricas de la parcela y la calle lateral. Ligeros giros y deformaciones en planta permiten mejor control de las perspectivas de los espacios intersticiales interiores y de las medianeras del fondo. Los edificios, de dos y tres plantas, se construyen con amplias terrazas sobre cubiertas de planta segunda (en alguna pieza cubiertas por pérgolas) a partir de la formalización de unas cabeceras con mayor altura.
El protagonista del proyecto es el espacio colectivo que se percibe constantemente a partir de la fluidez de los recorridos y que permiten dotar de espacio añadido, de calidad de vida en definitiva, a la siempre escasa superficie de las viviendas sociales.