El paisaje es un hecho eminentemente cultural, cuya estimación está generalizada actualmente en las sociedades occidentales. En base a dicho reconocimiento el Consejo de Europa ha auspiciado la elaboración del CEP, Convención Europea del Paisaje, que entró en vigor en el primer trimestre de 2004. Tal pronunciamiento ha motivado que cada vez sean más los instrumentos de planificación que tienen en cuenta el hecho paisajístico como una piedra angular, sobre la que apoyan ramas del conocimiento como la geografía, la ingeniería, la arquitectura, el arte y la sociología, ya que se trata de un tema estrechamente relacionado con la naturaleza y la existencia del ser humano.
Desde hace más de un siglo las infraestructuras del transporte hacen paisaje, las carreteras y los ferrocarriles son los ámbitos desde/hacia los cuales la mayoría de las personas ven y aprecian el paisaje, tanto el cotidiano como el excepcional, creándose numerosos conflictos tanto en el ámbito urbano como en el más natural. Esta investigación se articula en la relación entre paisaje, territorio e infraestructuras, y de en como el primero desde casi siempre subyugado a los otros dos en los proyectos y planes, goza cada día de más protagonismo, y llega ya en algunos entes administrativos a reconocérsele como elemento, que en sí mismo ya justifica la planificación y ordenación del territorio.
También ha habido una evolución en el reconocimiento del hecho paisajístico, trascendiendo a una dimensión meramente pictórica del mismo y hoy en día, se reconoce que forma parte de su encanto, la seducción espacial que le es propia a los espacios dignos de ser vividos, siendo cualidad importante del paisaje no solo la organización espacial de sus elementos, sino también la interacción espacial y la experiencias sensoriales que puede llegar a tener el individuo ó el resto de moradores -fauna y flora- que en él habiten.
Las infraestructuras viarias, se han convertido en el tercer gran modificador del paisaje natural, después de la agricultura y de la urbanización, y han contribuido a la conversión de los paisajes en territorios. En la investigación se analizan las sinergias y las contradicciones existentes entre el paisaje y las infraestructuras del transporte, y de la manera que ambos confluyen en el territorio. Dicha relación de amor-odio se ejemplifica finalmente, en la enorme trascendencia que tiene el desarrollo de una infraestructura de alta capacidad como es la A-7, en su implantación territorial en la Costa Granadina, donde todos los elementos de dicho lugar se encuadran en unas escalas y relaciones funcionales totalmente ajenas a la infraestructura que les sobreviene, y que puede arrollarlos en sus valores de identidad.
Esto requiere sin duda de un profundo análisis, para desarrollar la integración de la infraestructura que se implanta de la manera más conciliadora posible, y puesto que el proyecto que contempla dicha actuación ya se encuentra totalmente finalizada (y ejecutada en algunos casos) procederemos a su estudio, a partir de unas bases teóricas y empíricas que sentaremos previamente. De dicho estudio, podremos extraer los aciertos y soluciones fallidas encontradas en dicho proyecto, planteando una serie de alternativas y recomendaciones para el caso de la A-7, que puedan servir de referencia para otros proyectos de vías de alta capacidad que se enfrenten a conflictos similares.
Se quiere plantear un análisis, que quiere trascender al tradicionalmente considerado desde los Estudios de Impacto Ambiental, que da por válida aquella intervención territorial de la infraestructura que plantea un estudio de alternativas de corredores para el trazado de la infraestructura con la “menor afección posible” de los hábitats existentes, luego aderezada y condimentada por la correspondiente revegetación de los terrenos alterados, siendo a todo juicio esta una solución insuficiente. Se quiere dar una vuelta de tuerca a esta institucionalizada visión, y partiendo ya de la que se considera la mejor opción posible en cuanto a trazado, analizar la infraestructura transversalmente y descendiendo en grado de detalle, planteando diseños que conviertan lo que inicialmente se veía como un problema unidimensional (el territorio únicamente como soporte afectado de la vía que une origen y destino), se convierta en una oportunidad para una mayor integración de el medio territorial en que se inserta.