Somos tres compañeros de la primera promoción de la escuela de Granada que decidimos dedicar nuestro tiempo trabajando juntos. A veces nos odiamos, otras nos queremos. No siempre es fácil. Tras cuatro años ya nos conocemos. Hemos aprendido a trabajar en equipo. Ser tres siempre es bueno para trabajar en equipo. Nos podemos matizar unos a otros y nunca hay problemas.

Tenemos el estudio situado en un viejo edificio del centro de Granada, el frío y el calor que pasamos anclan a la realidad, pero los concursos a los que presentamos nos permiten mirar un poco más allá. Ver alguna obra terminada, después de tanto esfuerzo, problemas y horas de trabajo, compensa la enorme dedicación que el estudio conlleva. No podríamos hacerlo si no fuéramos amigos. Tenemos la suerte de poder contar con gente alrededor que nos apoya y tiene confianza en lo que hacemos. Disfrutamos con lo que hacemos porque creemos en ello.

Al trabajar para nosotros mismos, podemos dedicar nuestro tiempo en lo que decidamos, pasando incluso meses para presentar un concurso si vemos que es lo mejor para el estudio y para nosotros. Ir a la obra es una forma de aprender, ya que somos conscientes de los errores cometidos, pero también de disfrutar tras comprobar que algo que hemos proyectado se va convirtiendo en realidad.

Nos interesa la vertiente social y medioambiental de la arquitectura como elemento que soluciona los problemas sin generarlos. La satisfacción final del cliente es una recompensa añadida. Saber que alguien va a vivir bien en una de nuestras casas o va a trabajar feliz en uno de nuestros edificios nos da la energía para seguir.

Colaborar con otros estudios nos abre la visión que tenemos de las cosas y nos enseña otra forma de abordar los proyectos.

Nos encantaría poder contribuir modestamente a dignificar el panorama arquitectónico de nuestro entorno.

Estamos contentos con lo que hacemos y nos gustaría poder seguir desarrollando esta forma de trabajo.