LINA BO BARDI. BAILAR SOBRE ARQUITECTURA
Tras leer la reseña negativa de uno de sus discos en la década de los 70, el polifacético compositor, guitarrista, cantante, productor discográfico y director de cine ítalo-estadounidense Frank Zappa se defendió alegando que “escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura”. Puede que afirmar que ningún texto es capaz de reflejar la intensidad de la experiencia musical sea acertado, pero contraponer la danza a la arquitectura pierde cualquier validez al hablar de la obra de Lina Bo Bardi.
“Arquitecta, diseñadora, artista, escenógrafa, etc., siempre pionera en lo que hoy llamamos transculturalidad, Bo Bardi supera continuamente los límites disciplinares, temporales y mentales propios de los entornos en los que trabaja”, dice de ella Giacomo Pirazzoli en el texto que acompaña al documental Lina Bo Bardi. Poesía Precisa (Belinda Rukschcio, 2013, 54´), editado por la Fundación Arquia.
De las muchas disciplinas que dialogan magistralmente con su arquitectura, quizás la menos mencionada en la infinidad de estudios, publicaciones, documentales y exposiciones que se están sucediendo en los últimos años para reivindicar el talento de la poliédrica creadora sea la danza. “Los lugares habituales y comunes hicieron al hombre olvidar la belleza de su "movimiento en el espacio", su movimiento consciente, de mínimos gestos, de menos actitud...", alertaba sin embargo la propia Lina en uno de sus escritos. Y tal vez ese aviso sea la génesis de Un pluie d´eté (Arnold Pasquier, 2017, 41min, vídeo), una interpretación coreográfica de ocho de sus más emblemáticas obras (Museo de Arte de Sao Paulo-MASP, SESC Pompéia, Casa de Vidrio, Teatro Oficina…), realizada por otros tantos bailarines dispuestos a inventar para cada una de ellas una danza.
No es la primera vez que el MASP sirve de escenario para el baile: en Anjos da Noite (Wilson Barros, 1987), uno de los mejores ejemplos del llamado "cinema novo paulista", dos de los protagonistas parecen improvisar unos pasos en el vasto vano central mientras suena “Dancing in the dark”, aunque al espectador más cinéfilo no se le escape que están reproduciendo exactamente la coreografía interpretada por Fred Astaire y Cyd Charyse en una escena de Melodías de Broadway (The Bad Wagon, Vincente Minelli. 1953). Pocos años después, en 1992, y al ritmo de la música de Daniela Mercury, veinte mil espectadores hicieron temblar con su movimiento hasta los mismos cimientos del edificio, llegando a poner en peligro la estabilidad estructural del mismo y obligando a instalar un sistema de amortiguamiento para que ese vacío pudiera seguir respondiendo a su vocación de espacio de encuentro y ocio para la ciudadanía.
Una de las aproximaciones más singulares a la figura de Lina Bo Bardi es sin duda la del artista y realizador Isaac Julien, quien, fascinado tras visitar en 1996 el Museo de Arte Moderno de Bahía, crea unas instalaciones de múltiples pantallas en las que se van sucediendo poéticas y sugerentes imágenes en movimiento inspiradas en su trabajo, Stones against diamonds (2014, 58'28'') y A Marvellous Entanglement (2019, 39'08"). “La arquitectura es creada, "inventada de nuevo", por cada hombre que anda en ella, que recorre su espacio, subiendo las escaleras o descansando sobre una barandilla, levantando la cabeza para oler, abrir o cerrar una puerta, sentarse o levantarse a tener un contacto íntimo y al mismo tiempo crear "formas" en el espacio; el ritual primitivo desde el cual surge la danza…”, dice Lina Bo Bardi; y Julien recrea esa danza destacando en las dos videoinstalaciones una imagen sobre todas las demás: la de una figura femenina envuelta en una amplia tela, que desciende por la escultural escalera diseñada por la arquitecta para Solar do Unhão siguiendo su trazado con bellos movimientos sinuosos.