Beca 2017
Modalidad:
Expediente Académico
| Destino: Cruz y Ortiz Arquitectos | Prácticas: 01/2018 - 07/2018
A las afueras de Ciutadella, en la isla de Menorca, el lugar conocido como Pedreres de s’Hostal no existía antes de que los hombres abrieran las canteras. En una época olvidada, con herramientas básicas ensambladas por ellos mismos, excavaron el suelo en busca de la piedra dorada. Con ella construyeron sus casas, sus graneros, marcaron las lindes de sus campos, tallaron las imágenes de sus dioses.
Cuando la primera cantera se hizo demasiado profunda para seguir trabajándola, rellenaron el fondo con tierra vegetal. Habían observado que en lo profundo de la excavación se conservaba mejor la humedad que en la superficie de su isla. Conduciendo agua hasta este nivel, llenaron de huertos exuberantes el fondo de la cantera. Así, mientras se iban excavando nuevos tajos, los antiguos eran colonizados por los cultivos; las dos canteras, la viva y la inerte, crecían de forma paralela.
La técnica moderna puso fin a este crecimiento orgánico. Se excavaron nuevas canteras, el doble de profundas que las originales. Los huertos fueron descuidados y, poco después, abandonados. Algunos años más tarde, también la nueva cantera dejó de resultar rentable.
El Jardinero encontró el lugar desierto. Justo en el punto donde ambas canteras se tocaban encontró una grieta, un patio olvidado. Allí, levantó la vista hacia el sol naciente y empezó a excavar en línea recta. Apilando el material extraído, restituye una pared rocosa hueca, un muro habitable: espacios donde dormir, comer, lavarse el polvo después de una dura jornada.
Con el tiempo, el Jardinero restaura los huertos de la cantera vieja, obtiene su sustento de la tierra que cuida, extiende la vegetación a los profundos tajos mecanizados, proyecta y abre nuevos laberintos de piedra. Construir, habitar, pensar.