El barrio de Camp Clar, creado a principios de 1960 para alojar a los trabajadores de las empresas petroquímicas que aparecieron durante la industrialización de la ciudad, forma parte de esta familia de polígonos de rápida construcción que funcionan normalmente vinculados a las ciudades pero mantienen a la vez su propia autonomía y adoptan una morfología urbana clásica basada en la disposición orientada de grandes bloques aislados con plantas bajas libres y espacio público a su alrededor.
Con el paso de los años, Campclar ha ido acogiendo a las sucesivas llegadas de inmigrantes a la ciudad gracias a unos alquileres muy asequibles, convirtiendo el barrio en un espacio de convivencia entre distintas culturas con un alto índice de desempleo y problemas de integración social.
El nuevo centro de distribución de alimentos del barrio es una intervención mínima de iniciativa conjunta entre Cáritas diocesana y la parroquia del barrio, está gestionado íntegramente por voluntarios y pretende contribuir a mejorar las condiciones de vida de los vecinos más desfavorecidos.
El centro se sitúa en un terreno adyacente a la iglesia del barrio y fue diseñado para dar respuesta a tres exigencias básicas que desde el principio se consideraron imprescindibles: seguridad frente a intrusiones, un plazo de ejecución muy corto para poder acceder a una subvención y unos recursos económicos muy limitados.
De esta manera, fruto de la reflexión colectiva entre todos los agentes implicados, el proyecto fue diseñado y construido en tres meses (un mes y medio para elaborar el proyecto básico y de ejecución y un mes y medio de construcción) con un presupuesto de contrata de 634€/m2, contando con la colaboración de 120 voluntarios para realizar los acabados en una sola mañana.
El proyecto se concibió mediante una doble lógica industrial-artesanal que refleja las dos realidades que persisten en el lugar, y dialoga con sus vecinos a través de la materialidad y de algunos acentos geométricos que matizan su rotundidad volumètrica y le confieren escala y vibración.
Programáticamente el edificio se organiza en tres franjas: una zona de almacén vinculada al acceso rodado desde la calle, un ámbito de servicio que actúa como filtro, y un espacio de distribución vinculado al acceso peatonal desde la plaza de la iglesia, que actúa como punto de reunión previo al inicio del servicio de distribución. En este último espacio de distribución, los usuarios, que disponen de unos puntos según su situación económica y personal, realizan un recorrido donde eligen los alimentos que más necesitan.
La separación entre los tres espacios se realiza a través de dos divisiones situadas en la franja de servicio realizadas parcialmente con chapa deployé para conseguir la visión longitudinal de toda la profundidad del centro.
La naturaleza compacta y hermética del centro responde a requerimientos climáticos para el almacenamiento de alimentos y de seguridad. El edificio cuenta con dos entradas de luz natural permanentes, una ventana longitudinal en la fachada posterior protegida detrás de la celosía cerámica y un lucernario situado en una posición elevada. Cuando se realiza el servicio, el centro se abre a los usuarios permitiendo que el interior se inunde de luz natural.
Constructivamente se identifican fácilmente las dos lógicas que conviven en el edificio. En el eje longitudinal y en vinculación en el mundo industrial, la estructura se concibió como una secuencia de pórticos metálicos arriostrados cubiertos por dos cerramientos prefabricados continuos, tersos y ligeros que envuelven las fachadas laterales y la cubierta por el interior y por el exterior en toda su longitud, consiguiendo con este sistema disminuir costes y tiempo de ejecución.
En el eje transversal, en relación con el mundo artesanal y la materialidad del entorno, los muros interiores y exteriores perpendiculares se realizaron mediante elementos cerámicos de diferentes formatos y acabados colocados en distintas posiciones según sus requerimientos. La capa exterior de esta sucesión de muros paralelos la forma una piel cerámica porosa, rugosa, texturada y transpirable contextualizada con los edificios de la zona que vela porque el edificio se identifique plenamente con el barrio y el centro se perciba como una casa abierta a todos los vecinos.