LOS MÍNIMOS MÁXIMOS
No tengo claro si hipotecarse de por vida es un acto de valentía o de conformidad. Considerando el contexto de partida del cliente, este proyecto implica valentía; por haberse dejado llevar a su máximo vital y porque no tenían referencia alguna de “lugares que podían mejorar su calidad de vida” con bajo presupuesto. Ahora han comenzado a habitar de un modo como el que soñaban pero en su imaginación no tenía forma, ni materialidad, ni temperatura, ni color, ni olor.
Ana y Miguelo se dejaron observar. Así el proceso de proyecto de la casa fue corto. En una parcela de 294 m2 querían desarrollar el máximo de actividad vital en un nivel único pero eran conscientes de que el nivel superior les permitía tener vistas al paisaje y algo de jardín en planta baja. Se propuso un volumen espacial único al que se integran tres habitaciones y dos baños. Se decidieron los mínimos asumibles para las zonas privadas y el restante se sumó al volumen único. Para minimizar el espacio interior climatizado se adaptó la envolvente y se obtuvo el volumen tridimensional más capaz. La orientación a sur validó la lógica geométrica seguida y la decisión de reducir el espacio climatizado.
Tras construirla y habitarla nos dimos cuenta de que en las zonas de transición existe una máxima flexibilidad de uso al no estar condicionadas. Pero al mismo tiempo al estar integradas, los espacios funcionan como una secuencia encadenada de usos.
Es un proyecto volumétrico configurado desde el interior. La relación diagonal interior- exterior lo evidencia. Las aperturas son las mínimas necesarias pero también las máximas que se podían permitir. Así ocurre con todo, es cuestión de mínimos máximos.
El coste real de la obra incluyendo interiorismo ha sido de 840 € /m2 y un total de 180.000 € +IVA. Para conseguirlo ha sido necesaria una gestión muy precisa de la ejecución de la obra. Lo ejecutado es la solución más económica siguiendo criterios de calidad de proyectos de mayor presupuesto. La estructura se optimizó por métodos de cálculo tridimensional para reducir al máximo las cuantías de acero y hormigón. Se ahorró el forjado sanitario al emplear una losa de cimentación. A su vez, recomendable por la baja resistencia del terreno. El propio aislamiento del suelo radiante ya resolvía los problemas climáticos de contacto con el terreno. El metabolismo de la casa sigue lógicas de sistemas pasivos al minimizar aperturas y generar una envolvente de gran inercia térmica con espesores de aislamiento de 10cm. Las zonas servidoras se colocan al norte en la fachada a la calle San Pedro. Corresponde con el garaje y con la galería de instalación de aerotermia y lavadero-tendedero con ventilación cruzada. Se decidió simplificar el cerramiento y se utilizaron cilindros de madera típicos de vallados y póstes que fueron cortados en dos piezas, obteniendo así, el doble de superficie de cerramiento.
Otro ejemplo de mínimo máximo son las puertas de habitaciones a perímetro que tenían que ser correderas para poder desaparecer. Las otras dos restantes tenían que integrarse en la materialidad de la pared. En el caso de la cabina de baño debía ser más mueble que puerta. Todas han sido a medida con uñeros. Son un pequeño disfrute cotidiano. Es una cuestión de tiempo y uso: asumir en lo más cotidiano los máximos que uno se pueda permitir. Para el espacio de aseo de la pareja se buscó el azul-turquesa del Palacio de Topkapi y se diseñó un mueble de lavabo amplio para ser tocador en la misma madera contralaminada de chopo tintado.
Esta idea de mínimos máximos no deja de ser otra forma de explicar “Sol y Sombra” de Marcel Breuer, “ese librito” tan apreciado por Alejandro de la Sota que gracias a otra experiencia posterior a este proyecto, nos ha permitido ahora entenderlo.