Ir al encuentro de Ca l’Ocell es un bucólico itinerario que deja atrás el puerto de Mahón, recorre las montañas protegidas del paraje natural de Sant Antoni y descubre el mirador de Cala Rata con sus casitas blancas entre las que avistaremos la generosa fachada mar de Ca l’Ocell. Al llegar por fin, accedemos a la casa desde su fachada más modesta y reservada. Esta experiencia paisajística se invierte por completo en cuanto abrimos la puerta y empezamos a recorrer los espacios interiores de la casa, pues descubriremos visuales que la atraviesan en todas direcciones, incorporando estos tres fenómenos paisajísticos en su interior: el puerto, la cala y las montañas.
La casa se compone de distintos volúmenes ensamblados que forman un conjunto quebrado que recuerda a las construcciones tradicionales de la isla pitiusa. Cada volumen contiene una estancia única y recogida en sí misma, cuya geometría facetada juega con ángulos múltiples de 30º, de forma que existe una fuerte analogía geométrica entre las distintas estancias a pesar de su singularidad. Uno de estos volúmenes, cobra un protagonismo inesperado por su materialidad esmaltada verde y su posición en el corazón de la casa, clavado como una estaca que imanta la escalera y centrifuga el espacio a su alrededor. Esta energía dinámica atrae las actividades más sociables que suceden en el comedor-cocina, el estómago de Ca l’Ocell: guisar, parlotear, escanciar, congregar… El salón, en cambio, se distancia de esta algarabía y busca recogimiento alrededor del fuego y una ventana que avista el puerto a lo lejos. Ambos espacios disponen de su exterior parejo, que relaciona el comedor con la vida de la cala, y el salón con la quietud de las montañas. En las extremidades de este cuerpo, las habitaciones orbitan como satélites independientes. Sus piezas de baño se adosan como sortijas de distintos colores que generan efectos de refracción de luz a través de las celosías en su interior.
El jardín -como la casa- ofrece espacios acotados y recogidos gracias al juego de volúmenes, muros de mampostería de piedra, celosías de madera, textiles enrollables y vegetación intencionada. También la piscina se concibe como una estancia más en la que disfrutar de la calma del lugar; incluso su color verdoso, se mimetiza con el agua de la cala. Quizás un ocell venga a visitarla al caer la tarde.