Cuando nos disponemos a transformar una casa, de alguna forma nos sentamos ante un tablero de juego sobre el que iniciar una nueva partida ‘cliente-arquitecto’. En esta ocasión la alegoría pasa a ser realidad cuando la casa nos ofrece literalmente una partida de damas.
El piso existente, ya reformado en otras ocasiones, nos ofrecía un divertido suelo de baldosas hidráulicas con dibujo de damero en la cocina. Al decidir abrirla y repensar su papel en la vida de la casa, se abrió el juego con este material que pasó de estar delimitado por muros a conversar directamente con los espacios de estar de la casa. Esta nueva condición de espacio no-limitado nos lleva a relacionar los materiales de forma fluida, a través de recorte curvilíneo que diluye sus límites. Este nuevo gesto curvilíneo pasará a formar parte del lenguaje visual de los nuevos pavimentos pétreos incorporados en la casa, en concreto en los espacios de los baños. El primero en entrar al juego es el pequeño aseo de invitados que se corona invirtiendo por completo la aplicación de materiales en su interior: el suelo de damero se coloca en el techo, la pica se tiñe de azul y un volumen de mármol blanco recorta el parquet de un lametazo. Los siguientes en presentar batalla son los baños de la zona de noche que también se retan en la trifulca del blanco-y-negro o el negro-y-blanco, como en el juego de damas.
Volviendo al espacio de la cocina, se realiza una generosa abertura que lanza una visual diagonal que arranca en el comedor interior y atraviesa la cocina hasta llegar al ventanal del comedor principal. Esta intervención se resuelve con un apeo realizado con una columna y una jácena que se encuentran en una junta tipo boca de lobo. El mueble de la cocina envuelve sinuosamente la columna y cruza al otro lado, transgrediendo los límites espaciales de la antigua casa. Las nuevas relaciones visuales abiertas se manejan con un tabique de vidrio catedral que se abre con dos grandes puertas correderas. ¡No es lo mismo un lunes cualquiera que un día de festejo en la casa!
Por otro lado, el cromatismo de los espacios está también relacionado con las piezas de arte y mobiliario que ya acompañaban a nuestros clientes en su anterior morada. No es casual diseñar un mueble de cocina de intenso azul marino cuando sabes que un impresionante cuadro de Claramunt va a representar una monocromática estación de tren azul oscuro junto a la mesa del comedor. Dejar entrar una gran mesa de intenso rojo nos llevó al amarillo apagado que entrelaza estos dos colores en la cocina. Y si además dispones de una M68 de Miguel Milà para suspender sobre ella pues mejor que mejor. Colocar un bodegón de Carmen Galofré en un baño fundido a negro -sí, en un baño- hace que la sutil luminosidad de la obra resalte de una forma espacial. La mesa del comedor en cambio, fue diseñada y producida expresamente para la casa por Miguel Carbó Güell y Bruno Rojo. Un gran sobre cuadrado de arce suspendido por un robusto tronco-cono de nogal. La lámpara la vimos clara, la Flotation de Ingo Maurer, dos ligeros tronco-conos flotando invertidos sobre la conversación.