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  • 1998 | concurso 2G

    BARCELONA
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    BARCELONA

concurso internacional 2G “sede para la fundación mies van der rohe”
revista 2G

La historia que vamos a contar no ha tenido lugar; sin embargo, importa saber que ha pasado mucho tiempo desde entonces. Por otro lado, es la historia de un reencuentro.

Hace años, en una ciudad remota de un país remoto se convocó un concurso de ideas para arquitectos. Cómo construir un simulacro, cómo construir junto a algo que ya no es. Hubo unos “ganadores” y una publicación que los resumió. Pero esta no es la historia. La historia que vamos a contar pertenece al mundo del deseo. Ocurrió, ciertamente, pero no ha tenido lugar.

Hacía tiempo que no sabían nada el uno del otro. Una mañana de sábado, mientras desayunaba, la encontró en las páginas centrales del periódico, en un artículo que resumía la inauguración de la Fundación M. v. d. R. En Barcelona. No le fue difícil localizarla ese mismo día en su hotel. Sabía ?o, al menos, eso quería creer? que prolongaría su estancia en esa ciudad que tantos lugares de los dos contenía. Lugares, eso que nunca ningún arquitecto podrá construir. Los lugares se hacen en la memoria, a partir de los espacios, no importa cuáles ni cómo sean. Por eso, sus lugares eran algunos amaneceres de la Barceloneta, el Mercado de la Boquería y aquel patio de tilos y chopos a los que daba su apartamento en el Raval. Pero también lo eran el tercer peldaño de la puerta de la Catedral, los andenes de la estación de Sants y el bordillo de la calle Jerusalén, la cuerda floja que algunas noches de risa les conducía al paraíso. No hubo sorpresas; la conversación por teléfono fue breve. Se trataba de verla de verle de nuevo.

Al día siguiente tomó el primer tren para Barcelona (uno de sus tics nerviosos seguía siendo su total aversión a los coches, a llevar coches, demasiado metal y cambios de aceite para una sola persona, decía) Pasaron juntos toda esa tarde. Poco que decir. Como dos hermanos que se saben desde siempre, de una manera irracional y constante al mismo tiempo, todo está dicho. Ella entonces le habló de la Fundación.

La poesía es una cadena de metáforas. Una gran cadena de metáforas donde caen en relación mundos ajenos entre sí. Un lugar entra en contacto con otro lugar produciendo algo distinto, algo nuevo que conserva una parte, quizá la más oscura de esos dos lugares. De esas dos oscuridades nace, sin embargo, luz, una nueva luz. Así es como ella enfocaba en todas las ocasiones los problemas de arquitectura. Sombras más sombras, pasado más pasado, luz, presente. Siempre ha sido así, por otra parte. De ahí también su infinita modestia. Nunca pensó que hubiera aportado nada al “Proceso Proyectual”, que dicen. Tiempo y memoria. Dejad que las cosas ocurran y después tened paciencia, pues esas construcciones no os corresponden todavía. Por eso, cuando alguien le preguntaba por la validez de sus propuestas, por su-aportación-al-debate-arquitectónico-contemporáneo, se encogía de hombros y decía, yo simplemente trabajo, no puedo estar en todo, además, el debate-arquitectónico-contemporáneo, por contemporáneo, siempre pasa y nosotros, normalmente, construimos cosas que “quedan”; ¿qué podemos hacer contra esto? Trabajar, supongo, y tomar el sol siempre que podamos.

-Te invito a merendar en la Fundación.

Él sólo conocía del edificio la imagen del periódico del día anterior. Era una fotografía que dejaba en el centro de la composición el gran agujero, tomando un amplio campo visual. Le pareció en aquel momento la imagen de una civilización perdida; no decadente o venida a menos, sino perdida, difícil de ubicar en el tiempo; sin edad.

Entraron. Ella se limitaba a guiarle por el edificio. A veces se detenían en algún punto y miraba en alguna dirección marcando otro punto; él obedecía. Otras, ella preguntaba por la comodidad de las escaleras y su parecer respecto a algunos espacios. Fue así como por fin llegaron al fondo de la excavación, donde colocó la cafetería.

-¿Sabes que ahora mismo nos encontramos a nivel del mar? Bueno, eso es lo que digo por ahí; en realidad estamos tres metros por debajo, pero a mí me gusta pensarlo, que es justo aquí, a los pies de una construcción de Mies donde se puede encontrar esa línea absoluta que es muchas cosas al mismo tiempo; equilibrio, referencia, horizontalidad, estabilidad, fenómeno fiel y constante a la vez, lugar de contacto y distancia, tiempo cero.

A partir de aquí, siguió hablándole de cómo dar continuidad a un edificio histórico con una nueva intervención, de cómo instalarlo de nuevo en el curso de los acontecimientos, de cómo traerlo al presente, de cómo restablecer una ausencia. Para ella, en este caso, la palabra respeto (que, referida a las cosas del pasado, procura una percepción rígida de las mismas) era un obstáculo, una cadena que le impedía trabajar aquí y ahora. Pero todo esto tiene menos importancia.

Como entonces, el viejo idioma de las miradas se activó y el poeta empezó a entender que con la línea del horizonte no se refería sólo a la Fundación. Que su aquí y ahora era mucho más que una metodología de trabajo. Su aquí y ahora le envolvía y les involucraba allí y entonces, y pensó por un momento que aquel escenario lleno del silencio del agua, aquella gran trampa amorosa se construyó por otro motivo.

-Ya va haciendo frío en esta terraza.

-Vámonos.

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