La propuesta se consolida como un nuevo horizonte en un entorno natural de gran valor aportando el dinamismo de un mar virtual de luz y reflejos. La materialización de este hito horizontal aprovecha los 4 millones de metros cúbicos de roca triturada, como mecanismo nivelador y modificador del terreno en una primera fase y, como acabado final de la superficie en la fase final, generando las dunas de roca. La intervención se completa con una malla de tubos de acero anclados en una capa de hormigón nivelada con laminas giratorias en lo alto de los tubos que varían su color y reflexión según las distintas orientaciones del viento y el sol. El resultado es la contraposición de dos mallas, una permanente formada por los amontonamientos de roca y otra variable, constituida por miles de varillas con veletas reflectantes en los extremos que aportan el dinamismo, la luz y el color a la actuación.
Una parte de los motivos de esta solución intenta compensar una de las grandes carencias de Madrid: la presencia del mar. Este sentimiento de añoranza que renace cada verano, se compensará en parte en este lugar por la combinación de una nueva componente horizontal, la dinámica de viento luz y la imponente presencia de la sierra como valor realzado. La componente metafórica se cierra con la construcción de un puerto a modo de centro receptor de visitantes y un parking en la proximidad de la carretera. El conjunto se concibe como una intervención monumental artística visitable en la que se puede experimentar la fuerza del mar penetrando en el puerto, la sensación de caminar entre las olas, la posibilidad de sumergirte en la malla metálica y percibir el movimiento de los reflejos desde el interior.