La propuesta se adapta a la naturaleza puntaumbrieña que la rodea. La ubicación de los edificios así como de las distintas actividades propuestas (muy económicas y ecológicas como un jardín de viento o un observatorio de estrellas) dialogan con el orden y la altura de los pinos existentes (evitando interrumpir las visiones entre ellos. Los pavimentos, pocos pero cuidadosamente escogidos, son de madera en la zona de acceso a chiringuitos, de madera prensada siguiendo el orden de las agujas de los pinos (al caer en la blanca arena de Punta Umbría) en las terrazas de éstos y de goma en las zonas de juego para niños, dejando el resto de la parcela cubierta por la bonita alfombra que forman las agujas de los pinos salpicadas por pequeñas plantaciones de Diente de León que dan un toque de color. Las plantaciones quedan al sol mientras que los equipamientos disfrutan de sombra.

Se presentan dos volúmenes tipos que se adaptan a la topografía de las distintas parcelas. A pesar de su aparente variabilidad el proyecto está modulado de modo que responde a diferentes necesidades e incluso puede ampliarse o desmontarse para crear otra configuración aprovechando el material.

El cerramiento es a la vez estructura y los tubos de aluminio serán perforados de tal forma que mejoren su comportamiento estructural siguiendo las teorías del ingeniero Le Ricolais y su teorema de la cuerda rígida y hueca. Este cerramiento es practicable en algunas zonas (de forma deslizante o oscilo-batiente) de tal forma que permite su apertura total así como su cierre, funcionando como "reja" que protege del vandalismo. Se pretende que el aspecto final del edificio se integre en el entorno, consiguiendo lo que Juan Ramón Jiménez quería con su Balada de la luna en el pino, que finalmente "venga la luna al pino" y la podamos ver reflejada en los troncos metálicos de éstos establecimientos.