El monumento ha llegado a nosotros como “una valiosa reliquia mutilada” que nos evoca a referentes claros de la época como el Almudín de Játiva (1545-1548. Valencia, España) o al proyecto de Vignola para la Villa Farnese in Caprarola (1559-1564. Italia). Con las obras de restauración del claustro y la portada renacentistas, finalizadas en julio de 2014, se ha completado la primera fase del Plan Director del monumento.
La restauración se ha afrontado desde una actitud que muestre la obra intencionadamente en proceso de desarrollo, obra marcada por la idea del non-finito.
Los objetivos han sido los siguientes:
- Recuperar el claustro renacentista y su portada principal dejando los muros descarnados y buscando la sensibilidad para entrelazar las nuevas actuaciones y la preexistencia con materiales cerámicos y técnicas tradicionales.
- Una solución arquitectónica que redefina nuevos espacios arquitectónicos perdidos. La medianera existente se convierte en soporte de un gran espejo que “construye virtualmente” la mitad del claustro renacentista perdido, planteando una puesta en escena descontextualizada del patio clásico.
- Abrir de nuevo el claustro renacentista al público como un espacio urbano de fomento de la creatividad artística y la cultura, recuperando el vínculo entre la comunidad de Betxí y su pasado cultural.
Se ha apostado por utilizar la cerámica como único material como herramienta para la recuperación del claustro, consiguiendo finalizar los elementos inacabados del patio clásico y poner en valor la planta baja.
La galería superior del claustro se encontraba bastante transformada, donde una escalera construida a finales del XIX-principios del XX impedía la lectura del espacio del claustro. Además, existía un entresuelo a nivel de los capiteles de las columnas que impedía la lectura del patio clásico. Por ello, se apostó por eliminar los elementos impropios del claustro y por finalizar aquellas zonas que ayudaban a interpretar el recorrido original del patio, reconstruyendo las enjutas y el entablamento de los arcos con el ladrillo macizo de barro cocido elegido y a la vez finalizar la cubierta inclinada con viguetas de madera y entrevigado cerámico.
El pavimento del claustro renacentista existente, formado por una solera de hormigón en la luna y baldosín hidráulico en las pandas, se encontraba lleno de humedades. La falta de uniformidad en la planta baja del claustro se acentuaba al existir varios pavimentos, hormigón en la luna y baldosín hidráulico en las pandas del patio. Era importante homogeneizar la planta baja del claustro renacentista para devolver el carácter de espacio centralizado propio de la tipología original. Por ello, se utilizó el ladrillo manual de barro cocido en toda la planta baja del claustro, de manera que su colocación cambia en función del espacio que ocupa, a tabla en las pandas y el zaguán y de canto en la luna. El intercolumnio se distingue utilizando una piedra similar a la que existe en el cortile renacentista.