Durante décadas la arquitectura ha vivido preocupada por la ciudad, sus transformaciones y su futuro, pero puede que el futuro de la ciudad sea el campo ante el colapso climático y político. La Casa Calixto nos permite reflexionar sobre la posibilidad que ofrecen los contextos rurales en la creación de nuevas realidades biopolíticas.
Contexto
La casa se encuentra en Puebla de Don Fadrique, en una encrucijada geográfica entre Castilla La Mancha, Murcia y Andalucía, al pie de uno de los picos más altos del sur de la Península Ibérica, la Sagra. Esta ubicación somete al proyecto a unos condicionantes climáticos muy particulares más próximos a un clima continental que al mediterráneo.
Con tradiciones muy arraigadas y una población orgullosa, Puebla de Don Fadrique se halla ante el dilema de la modernización y el respeto a su propio paisaje y cultura. En esta disyuntiva, los bordes del pueblo y las nuevas zonas de ensanche juegan un papel fundamental convirtiéndose en los lugares de transformación de su paisaje. Bernard Rudofsky, en sus viajes por la península ibérica, documentó la forma en que los pueblos se construyeron en armonía material y paisajística con su entorno. Tal evolución se debía a la transformación de materiales de la tierra en arquitectura en sí misma, pero los vícios en las metodologías constructivas contemporáneas (mediante la influencia del capitalismo en procesos de fabricación) han destruido, desde sus bordes, la identidad paisajística de la construcción vernácula, así como la identificación de los habitantes con su entorno.
Materialidad
La casa asume la dificil tarea que supone dar continuidad al paisaje vernáculo a través de una construcción contemporánea, donde el arquitecto se presenta como un facilitador de alternativas paisajísticas y cuyos resultados deben plantear materialidades de resistencia.
Desde este punto de vista, la estructura de la casa se realiza en hormigón, que permite trabajar con las contructoras locales y posibilita un resultado orgánico, imperfecto y artesanal. El revestimiento se realiza con mampostería de piedra de una cantera local usada como materia prima para grava. Esta piedra es el resultado del material sobrante en la producción de grandes losas, lo que la hace muy económica y cuyo resultado enlaza con las construcciones vernáculas del entorno que están presentes en el imaginario local. Del mismo modo, la propia naturaleza material de la piedra, obliga a una construcción manual que le otorga rotundidad e integración con el paisaje.
Estrategia
La casa se articula con un programa sencillo, un garaje bien conectado con el jardín para poder realizar comidas y fiestas con amigos, y una casa bien soleada en la que la visera al paisaje permite una apertura radical al paisaje pero controlando la entrada de luz solar directa en verano. El proyecto se fundamenta sobre la lógica de recorridos a través de la casa, a modo de promenade architecturale, así como en su conexión con el paisaje y el jardín. Un muro perimetral que, en continuidad con el paisaje murario local, genera diferencias de cota que permiten establecer un doble diálogo: observar desde el interior el paisaje subrayado así como preservar la intimidad de miradas externas. La transición entre el dentro y fuera se materializa a partir de una boca horizontal que se abre al jardín y dos verticales para entrada de luz. Al recorrer la casa pequeñas aberturas vinculan el mundo doméstico interior con el paisaje exterior. El jardín no se entiende como la “no-casa”, sino como un intermediario con el paisaje a través de una nueva topografía. Recorrer el jardín nos va a permitir un juego de miradas al entorno.
La casa se presenta, en términos de Gilles Clement, como un “tercer paisaje” donde la naturaleza se apodera de la arquitectura. El jardín se apropia del vacío entre las piedras y el paso del tiempo es un aliado, como hace la vegetación en las piedras de un río. La Casa Calixto invierte los patrones de la arquitectura moderna: la arquitectura no intenta dominar el entorno, sino devenir entorno. De esta manera los muros no se protegen de la naturaleza, tan solo de la ciudad, generando un refugio del paisaje, un “jardín en movimiento”.