arrow-circle-down arrow-circle-left arrow-circle-up arrow-down arrow-left arrow-line-right arrow-right arrow-up ballon close facebook filter glass lock menu phone play point q question search target twitter
X

De una forma sutil y mediante una mirada al pasado, el búnker se transforma, como si se hubiera caminado en círculos y se hubiera regresado al punto de origen.

La vivienda se sitúa en Los Montesinos, en pleno casco urbano, en una parcela estrecha y alargada encajada entre medianeras. Y precisamente por esa condición “apretada”, el proyecto trabaja el territorio no como paisaje lejano, sino como algo que ocurre dentro: en la sección, en la luz, en la materia y en la forma local de habitar. El patio en un extremo no es solo un vacío, es un dispositivo para volver a conectar los espacios principales con el exterior, construyendo una relación cotidiana con el clima y con la calle sin necesidad de expandirse.

 

Al excavar aparece el caliche, la costra calcárea propia de la zona, con sus estratos expuestos. En lugar de ocultarla, se incorpora puntualmente como “piedra de origen”: un recordatorio físico de que el campo de acción puede ser enorme, pero el soporte material es finito y concreto. Esa decisión desplaza el foco del gesto a la lectura del lugar: el territorio entendido como capas, geológicas, sí, pero también culturales y energéticas, que condicionan tanto como cualquier límite parcelario.

 

Con el paso del tiempo, las viviendas contiguas han crecido en altura y la casa busca la luz abriéndose por cubierta mediante dos grandes aperturas. No es una operación formal; es una respuesta energética y temporal: el sol desciende hasta el nivel de la roca y hace visible el paso de las horas sobre la costra calcárea. Luz, piedra y recorrido solar quedan en relación directa, convirtiendo el interior en una especie de “mapa” vivo del tiempo. Así, el territorio se vuelve también una cuestión de energía y de ciclos, no solo de geometría.

 

La planta longitudinal se organiza más como cadena de espacios que como piezas independientes. No hay pasillos: los límites son difusos y el recorrido se mezcla con la manera de habitar, como si la casa funcionara más como un continuo compartido que como suma de cuartos cerrados. Esa ambigüedad conecta con una realidad contemporánea donde las fronteras (privado/público, interior/exterior, presencia/ausencia) ya no son absolutas, sino negociaciones constantes.

 

Y hacia la calle, la vivienda casi no cambia: se conserva el zócalo de tirolesa, los cercos de mármol, y sobre todo la gran puerta de garaje que permite abrir la casa a los amigos, haciendo que el interior pueda ser también calle. Ahí aparece el territorio no geográfico: el de las costumbres, las formas de convivencia y esa vida a ras de suelo tan levantina. En el interior, yeso, gotelé y un suelo continuo de hormigón construyen un fondo neutro sobre el que la piedra emerge como algo excepcional. En conjunto, el proyecto propone que el territorio, más complejo que lo meramente físico, se activa desde lo doméstico: interpretando lo común, trabajando con lo existente y haciendo visible, el vínculo entre recursos, cultura y espacio.

  • Premios y distinciones
  • Seleccionada para la exposición "Extrañamiento del paisaje" realizada en el Colegio de Arquitectos de Alicante.

El Bunker

Participaciones en arquia / próxima

No se han encontrado participaciones