Una obra desconocida. En la ciudad de Aveiro, cerca de las afueras, se alza una modesta torre de agua -ahora en desuso- que fue proyectada hace 40 años por Álvaro Siza. Se trata de una pieza pequeña, austera y para muchos desconocida, a pesar de ser obra de un maestro.

Desacralizar la preexistencia. No todas las ruinas deben ser antiguas. De hecho, existe un gran patrimonio contemporáneo que ya roza el abandono o la degradación. Se pretende “desmonumentalizar” lo heredado, pero sin banalizarlo. Alterar, pero sin desvirtuar su identidad. Es por este motivo por el que se ha escogido una arquitectura utilitaria, más dócil y doméstica, pero también de gran valor. Y no una reliquia.

Transformación de “objeto” a “lugar”. Del mismo modo que hizo Diógenes con su tinaja, se toma algo que realmente no estaba pensado para vivir, sino para retener agua y que, sorprendentemente, contiene la virtualidad de una vivienda mínima. Un objeto esbelto y escasamente perforado pasa a ser una casa -un refugio privilegiado- con sólo lo imprescindible.

Intervención mínima. La propuesta consiste en ocupar el silo de la torre, sustrayendo la losa que actúa como cubierta y rebajándola a un nivel intermedio para separar, de esta forma, los dos niveles de la casa. La torre es colmatada con una pieza que completa el medio nivel restante. La distribución interior se resuelve únicamente con un sólo tabique plegado, el resto de los espacios se compartimentan con el propio mobiliario.