La intervención en una galería en un piso del Ensanche pretende cambiar la concepción de este espacio, que a menudo se emplea como lavadero o espacio de almacenaje, para convertirlo en una parte importante de la vivienda.
Un centro, si bien descentrado; un lugar donde estar, no un espacio a esconder.
La composición de ocho ventanas altas y estrechas y su materialidad de madera con dos tonos (vista dentro, pintada en su cara externa) recuerdan a las galerías tradicionales del 1900.
Su rasgo más distinguible viene dado por la sinuosa cenefa que se crea en la parte inferior de las ventanas, casi imperceptible desde fuera, pero que en el interior crea una atmósfera de dinamismo a partir del ángulo de apertura de las ventanas.
Un banco en la base es también una estantería. El conjunto se convierte en un híbrido entre ventanal y pieza de mobiliario, y deja de ser sólo un límite, la frontera entre interior y exterior, para convertirse en un catalizador de vida y actividad.
