En un momento en el que vivimos dificultades económicas globales, las expectativas del arquitecto deben responder a los nuevos estilos de vida que solicita la sociedad y, a la vez, aprovechar la gran infraestructura física existente en nuestras ciudades. AM80 consiste en un espacio residencial compartido que recupera un edificio aristocrático del siglo XX para permitir un uso adaptado a las nuevas demandas sociales.
Un estado de emergencia
Cada vez más, muchos de nosotros vivimos o viviremos en un edificio complementado por una serie de servicios domésticos compartidos. Dichas zonas requieren un significado ampliado; un significado que va más allá del carácter básico que caracteriza las zonas comunes de la vivienda colectiva del siglo XX. Un estilo de vida cada vez más independiente, las dificultades económicas y los altos precios inmobiliarios hacen del tema de la vivienda un asunto apremiante. Más allá de rediseñar el edificio, urge la necesidad de imaginar nuevas formas de vida.
Para el nuevo habitante, la convivencia no se limita a compartir la infraestructura física, sino que abarca otros factores, como un sentido de comunidad, la sostenibilidad y la economía colaborativa. Hoy, la convivencia abarca una multitud de posibilidades, desde personas que simplemente viven juntas, compartiendo sólo el espacio físico, hasta comunidades que también comparten valores, intereses y una filosofía de vida. El proyecto AM80 trabaja en este ámbito de la vivienda colectiva compartida del siglo XXI.
Una arquitectura adaptada
AM80 consiste en la rehabilitación de un edificio residencial del barrio de Chamberí en Madrid. La operación adapta el bloque existente a las nuevas necesidades del habitante, a la vez que respeta el carácter burgués de la arquitectura propia de los distritos más céntricos de la ciudad. El edificio se organiza en seis comunidades, una por planta. Cada comunidad comparte una serie de servicios y, a la vez, disfruta de otros sistemas a mayor escala con el resto de comunidades del edificio. Esta organización gradual se consigue mediante la construcción de unos espacios cuya condición espacial y doméstica se adapta al número de usuarios que la utilizan. La serie de espacios compartidos varía desde la cocina de una comunidad, la sala de estudio y la sala de juegos generales, el núcleo de acceso y la escalera o, incluso, la terraza donde cultivar productos de autoconsumo.
En puntos singulares del edificio, la arquitectura propia del bloque burgués convive con el diseño del nuevo proyecto. Los mármoles, molduras de escayola y diversos motivos en metal comparten espacio con una capa material consciente de la alarma medioambiental actual. Los nuevos materiales consisten en madera ecológica, fibras de madera reciclada, corcho, y otros productos que adquieren una segunda vida útil en este bloque residencial.