Se aborda el proyecto desde una lectura neta y universal de un espacio origen anodino, pensado para su distribución tradicional en espacios de mayor o menor tamaño, conformando oficinas, salas de reuniones, salas de trabajo y pasillos de distribución. En contraposición, se plantea un ambiente de trabajo alternativo donde la fluidez, la flexibilidad y la adaptabilidad generen un espacio dinámico y abierto a la multiplicidad de actividades y simultaneidad visuales.
Flotando en el espacio, se disponen unas burbujas brillantes encapsulando espacios de oficina privados y salas de reuniones que generan un diálogo entre dentro y fuera. El espacio de origen queda, por tanto, fragmentado, ofreciendo la posibilidad de elegir el espacio de trabajo en función de la actividad, el número de personas, la necesidad de luz, la privacidad, etc… Tal y como haría un viajero en un jardín chino, el espacio se descubre, se camina y se experimenta poco a poco ofreciendo visuales multidireccionales que focalizan el resto de espacios a descubrir. El espacio es fluido y dinámico; no hay ni un principio ni un final. Cada usuario es libre de elegir y experimentar su propia secuencia espacial, tomando las burbujas como referencias dentro del espacio. En el plano del suelo, las burbujas ejercen un área de influencia generando un espacio intermedio que aloja usos compartidos entre el interior y el exterior. La superficie se convierte en un sutil umbral de acceso cuyo color y textura anuncian una variación en la atmósfera.
La materialidad de las burbujas resulta clave para la experimentación de los diferentes espacios. Su límite se concibe como una membrana compuesta por una piel brillante por fuera y translúcida por dentro a modo de cerramiento, y unos huesos transparentes a modo de estructura. Cuando la luz atraviesa la membrana se genera una radiografía de la materia donde no se vislumbra el peso físico sino su densidad. La membrana se convierte, pues, en un vacío ingrávido compuesto por aire y luz dando una imagen ambigua y cambiante dependiendo del tiempo y el lugar desde el que se observa. Dentro, el brillo de la piel se torna mate generando un espacio abstracto y neutro, inundado por la luz exterior. Se pierde cualquier referencia espacial con el exterior y la actividad del centro se filtra generando imágenes gaseosas indefinidas en los paramentos.
Por otra parte, el espacio expositivo se concibe como un alter ego al espacio de trabajo: lo dinámico se torna estático; lo fluido se torna focal; y la multiplicidad en singularidad. El espacio no se descubre, sino que se presenta de una vez. No hay sorpresas ni preguntas. Es un espacio sobrio y directo cuya intención es la de no distraer al visitante de lo realmente importante ahí: lo expuesto. La unidireccionalidad se enfatiza por la presencia de 6 mesas que cuelgan del techo. Una vez el material expositivo se posa sobre las mismas, éstas quedan reducidas a largas y sencillas líneas flotantes en el espacio cediendo su protagonismo e ingravidez al material expositivo.