El encargo consistía en la reforma integral de una vivienda de 103 m2 para una familia de 4 miembros donde la televisión no fuera el centro de las zonas de día. Del mismo modo, la intervención debía responder al requerimiento de un gran volumen de almacenaje.
La propuesta modifica la distribución original, muy compartimentada, generando una planta con muy pocos espacios servidores.
Para ello, se han eliminado los tabiques que dividían la cocina, el hall y el salón, haciendo desaparecer los espacios de transición. En su lugar se ha colocado un cubo reflectante capaz de estructurar y dividir los espacios de día. Este cubo alberga puertas correderas que separan el salón, la entrada y la cocina e integra además el frigorífico, la zona de limpieza y armarios de almacenaje y despensa.
El mueble perimetral de madera de roble que recorre todas las zonas comunes soporta casi todo el mobiliario de la vivienda: el sofá, un banco vinculado a las ventanas de la fachada, estanterías metálicas, un escritorio y la cocina. De este modo, se liberan las zonas centrales de las estancias para poder ser apropiados de manera diversa y des jerarquizada por los usuarios de la vivienda. La luz procedente de las fachadas este y oeste junto con los elementos puntuales de color azul que se reflejan en el cubo central, generan un lenguaje cálido y abstracto que varía constantemente según la posición del observador y la hora del día.