El encargo consistió en la reforma integral de un piso de 105 m² para una pareja joven que se mudaba del campo a la ciudad. Ubicado en un bloque de viviendas de los años 70, la reforma se convirtió en un ejercicio de arqueología tectónica.
El proceso de derribo descubrió una estructura monolítica de hormigón armado que se apoya lateralmente en dos medianeras de mampostería de piedra arenisca. Una vez descubierta la preexistencia, el proyecto trató de poner en valor la tectónica de los paramentos existentes, añadiéndole 2 capas complementarias que organizan el programa y el mobiliario.
La primera capa consiste en creación de un anillo rectangular central de madera contrachapada de chopo que diferencia las estancias de día y de noche y conforma un “muro grueso programático” albergando, armarios, iluminación, puertas…
La segunda capa formaliza todo el mobiliario de obra y jerarquiza cada estancia según el uso asignado. Estos elementos se modulan y resuelven mediante azulejo formato 5 x 5 cm.
La materialidad escogida para los elementos de nueva construcción dialoga con lo existente, potenciando el conjunto de la intervención.
La vegetación se convierte en elemento central de la vivienda, como el anhelo de los propietarios de seguir manteniendo cierto vínculo con su antigua vida en el campo.