El proyecto tiene una clara voluntad de integrarse en el entorno recogiendo las características básicas de las construcciones de la zona, alterándolas puntualmente para adaptar el edificio a las funciones requeridas. Este entorno construido se basa principalmente en naves agrícolas y granjas industriales, con una tipología de cubierta metálica a dos aguas en edificios de una sola planta, estrechos, muy largos, principalmente de ladrillo y no exentos de un gran encanto.
Siguiendo este concepto, el proyecto parte de una cubierta metálica a dos aguas que mantiene la horizontal, protegiendo los edificios de la radiación solar. Bajo esta cubierta, dos cuerpos –la vivienda y el estudio- se van desligando cada vez más a medida que el edificio avanza hacia las vistas, generando dos piezas independientes que giran cada una buscando su mejor implantación sobre el terreno y su mejor funcionamiento respecto al programa.
Se pretende así dar la sensación que el edificio se ha acomodado sobre el terreno, como si se hubiera movido y modificado a medida que se asienta sobre éste, como cuando nos sentamos en un sofá y buscamos la posición más cómoda con pequeños movimientos hasta encontrarla. Conseguimos así una relación muy natural con el paisaje ya que el edificio no se entiende sin éste, y es el paisaje, la topografía, la que genera el edificio y no el edificio el que se impone sobre ésta.
Una vez admitida esta relación de respeto por el paisaje, soluciones como la protección de la radiación solar mediante la cubierta principal y las fachadas en celosía cerámica, la incorporación de captadores solares en la propia cubierta, la recogida de aguas pluviales a través de la terraza de la vivienda o la exagerada profundidad de las ventanas son elementos que siguen el sentido común de esta estrategia y, consecuentemente, tienen también una clara vocación de respeto ambiental.