Curiosamente, el proyecto evoluciona hacia técnicas cada vez más sencillas, atendiendo a la realidad de la isla:
La primera fase, dibujada en época de estudiante, se resolvió con estructura mixta de pilares metálicos y forjados de hormigón.
La segunda fase, redactada tras la construcción de la primera, reconoce las técnicas habituales de los albañiles locales, y se realiza con forjados y pilares de hormigón.
Recientemente, el descubrimiento de una cantera que suministra marés a un precio altamente competitivo, nos ha permitido plantear la solución de muros de carga, y trabajar finalmente desde la lógica del material que ha dado forma a la totalidad del proyecto, pero hasta ahora relegado de la función estructural, por cuestiones meramente económicas: el cerramiento de marés debe resolverse en dos hojas independientes para evitar la entrada de agua, ya que es un material muy poroso, por lo que el coste del material y la mano de obra es elevado. Ahorrar en mano de obra es muy complicado porque te la juegas y vale la pena reconocer el valor del oficio. En cambio, el precio del material depende de cuestiones menos tangibles, supeditado a la ley de oferta y demanada y a los caprichos estéticos del momento, y a veces, se puede encontrar una fisura.
Obviamente, las repercusiones espaciales de dicha evolución son determinantes: en la estructura metálica, los pilares evitan las esquinas y devienen pórticos que reciben indistintamente lienzos de vidrio, persianas y piedra. En la estructura de hormigón, ésta se oculta y permite que la piedra alcance el protagonismo que le corresponde, donde incluso algunos dinteles de hormigón presentan incrustaciones de piedra y fósiles contemporáneos.
Al pensar el proyecto con muros de carga, la limitación estructural deviene ventaja ya que obliga a replantear la sucesión de filtros desde el interior hacia el exterior y las ventanas se convierten en espacios intermedios.
El proyecto de Can Bielet ha sido una maqueta a escala 1/1 de lo que va a ser la tercera fase.