El proyecto propone un modelo de convivencia, entre la arquitectura y la ciudad histórica, y entre los hallazgos arqueológicos y los usos contemporáneos.
Para ello se despliega una gran cubierta para proteger los restos arqueológicos encontrados en el solar, un suelo contemporáneo en solución de continuidad con la textura urbana, y que ampía el tejido menudo de los callejones como una gran plaza vinculada a la sede comarcal.
Bajo esta cubierta, la más reciente de las capas del palimpsesto, se suceden una serie de estratos espaciales superpuestos, donde los distintos elementos históricos hallados se van enriqueciendo con un programa de usos culturales.
La arquitectura no surge tanto como construcción de un edificio como la excavación de un lugar. No se trata de diseñar sino de encontrar los espacios, y es cuando la pala los descubre, cuando se decide si se exhiben, se usan, o si se continua excavando.
Toda la operación ha de ser visible desde la calle, como un museo abierto al ciudadano las 24 h que enseña la riqueza de su propio pasado.