El nuevo equipamiento supone la oportunidad de estructurar el único espacio libre dentro del polígono sur capaz de conectar a nivel urbano con la ciudad a través del Parque de Guadaira. El Café Cultural se configura como puerta de conexión entre dichos espacios públicos, garantizando la apertura del entorno degradado y aislado a la ciudad y viceversa.

La propuesta participa de una complejidad añadida a la realidad del barrio en el que se inserta, por plantearse en una manzana en la que se desconoce el carácter de las edificaciones que se van a realizar en sus parcelas. Nuestra parcela, que configura la esquina noreste de la manzana, tiene un cierto carácter de acceso al espacio público interior que plantea la urbanización de la manzana.

Estos factores han condicionado el carácter isótropo de la propuesta, que se adapta a la forma de la parcela para generar un anillo envolvente que dialoga de forma homogénea con sus parcelas vecinas creando un gran patio -una pequeña plaza- interior. Esta homogeneidad sólo se ve alterada cuando el edificio se eleva del suelo para producir accesos que conectan con la plaza interior. Estos crean una continuidad física y visual entre el extremo noreste y suroeste del edificio, puntos de comunicación con la ciudad y el parque respectivamente. Con estas elevaciones, el edificio queda solamente apoyado en dos puntos, dejando la parcela, a nivel de planta baja, cuando el edificio está en uso –abierto al público-, prácticamente libre en su totalidad, otorgando ese espacio a la ciudad y vinculándolo con el interior de la manzana.