Como la propia arqueología se sumerge más allá de la ciencia, el Centro del neandertal se hunde en el paisaje trascendiendo lo edificado. Manifestando su presencia mediante volúmenes prismáticos, que como las visiones parciales que nos ofrecen los restos de nuestros antepasados, iluminan la imaginación, permitiéndonos inferir la totalidad no visible del Centro.
Plantear una intervención bajo rasante nos permite, ante todo, la adecuada conservación del valioso material heredado, cuya ubicación original mantenía condiciones similares de estabilidad climática. Permite garantizar las condiciones de seguridad, al presentar un perímetro estanco con un único modo de acceso, la cubierta. Posibilita el control de la iluminación, que mediante lucernarios y patios se desliza hasta el interior de las salas. Y dota al edificio de un fácil mantenimiento y conservación al reducir la superficie de fachada a la cubierta, medida que mejora la eficiencia energética del edificio al reducir las pérdidas por superficie.
El propio recorrido del Centro del Neandertal no es sino la manifestación física del viaje que supone sumergirse en el conocimiento de nuestros ancestros. Un viaje al centro de la tierra, al origen del hombre, donde el recorrido divulgativo y el propio edificio funcionan como un todo.
La importancia tanto de la cueva de El Sidrón como de la colección a exponer en las salas del museo exige una respuesta arquitectónica cuya presencia ponga de manifiesto su singularidad. Los volúmenes abstractos surgen de la tierra marcando el lugar, advirtiendo de una presencia no perceptible, enmarcando un volumen que, invisible en superficie, se corresponde con el vacío excavado en la tierra, contenedor de un conocimiento casi mágico de nuestro pasado.
La presencia del centro es además generadora del paisaje, el espacio entre sus torres se extiende por la parcela y enmarca diferentes visiones de su entorno, montañas y pequeñas construcciones entre grandes masas vegetales. La intervención planteada no quiere ser una interrupción en ese paisaje sino una integración en el mismo, que sin renunciar a su función como hito permita la continuidad paisajística.