Planteamos el museo como una intervención paisajística que no altera el skyline de la ciudad preservando así el carácter natural de la colina en la que se ubica. Para ello establecemos como sistema de implantación el mismo que generan las escorrentías de agua en el lugar, que sobre el terreno arcilloso forman profundos surcos a su paso y sólo son visibles porque son líneas de sombra sobre superficies intensamente iluminadas por el sol. Así pues, la única huella que dejará el museo en la colina serán las fisuras generadas por sus espacios intersticiales, integrándose en el promontorio mientras su alzado mantiene ese carácter natural, donde sólo hemos añadido algunas escorrentías.

Facilitamos el acceso a la plataforma superior de la colina, con vistas sobre el parque natural y el centro urbano, dotando así a Puente de Génave de un nuevo espacio público de intercambio social y cultural en un ambiente natural privilegiado, donde se producirán eventos culturales al aire libre y a través del cual accederemos al espacio contenedor de la colección pictórica.

En el recorrido del museo encontramos los contrastes de luces y sombras presentes en la obra de Santiago Ydáñez, haciendo patentes las diferencias sensoriales entre los dos tipos de espacios.  Por un lado, las salas de exposición tienen una luz indirecta y tranquila que invita a la concentración, mientras en los espacios intersticiales, abiertos y cambiantes, nos encontramos una luz directa y viva que invita a la distensión. En estos espacios se produce la interacción con el exterior, las vistas sobre el núcleo urbano vuelven a ubicar al visitante en el lugar, a la vez que toma contacto con los ciclos naturales.

(Propuesta finalista en el concurso de ideas para el Museo de Santiago Ydáñez)