Asumiendo el paradigma de que ya se ha construido demasiado, y que hoy en día solamente habría que dedicarse a reformar, rehabilitar, y en algún caso demoler, la condición de partida de este proyecto debe ser necesariamente que la edificación resultante conserve el paisaje existente.
En esta línea, la propuesta se plantea los siguientes objetivos:
1. Descubrir la volumetría adecuada para mantener el equilibrio existente en el paisaje, más allá de las normativas vigentes.
2. Aprovechar los condicionantes climáticos y recursos existentes (agua, sol, viento, materias primas, etc.).
3. Construir con los mínimos materiales posibles que presenten un ciclo de vida lo más longevo posible, frente a las duras condiciones de exposición al ambiente marino.
Las normas urbanísticas permiten en este suelo urbano de 5.500m²una edificabilidad máxima de 2.000m² repartidos en 13 viviendas y dos plantas de altura.
Nosotros consideramos que en primera línea, la altura máxima debe ser una planta, cuya altura siempre se sitúa por debajo de la vegetación existente azotada por el viento (pinos, sabinas y lentiscos).
Nuestra propuesta consiste en un máximo de 9 viviendas, repartidas en dos hileras, siendo la primera en planta baja, y la segunda en planta baja +1, de forma que todas las viviendas disfruten de vistas al mar en las mismas condiciones. La geometría específica de cada unidad varía adaptándose a la vegetación existente.
Se plantea una gestión completa del ciclo del agua (lluvia, depuración de negras, reutilización de grises) y la climatización pasiva de las viviendas, aprovechando los vientos dominantes de verano (embat) con una velocidad media de 12Km/h, para refrigerar mediante ventilación cruzada, y superficies acristaladas orientadas a sur a modo de invernadero, para calentar en invierno. Se disponen aislamientos naturales procedentes de residuos de la propia isla, de 10cm en fachada, y 20cm en cubierta, así como la utilización de inercia elementos verticales (refrigeración) y horizontales (calefacción).
Nos fijamos que las construcciones tradicionales para resguardar las barcas están construidas con bóvedas de piedra de marés, la arenisca local. De hecho, Can Lis, la casa de J. Utzon construida con muros de marés y vigas prefabricadas de hormigón, nos enseñó que son los elementos de hormigón armado los que sufren más las inclemencias de la brisa marina. Así que se opta por una estructura realizada con bóvedas de piedra apoyadas sobre muros y pilastras del mismo material. La ventaja de este tipo de sistemas constructivos es que resuelven simultáneamente espacio, programa y construcción.