El taller se concibió de una manera flexible, abierta y exploratoria, donde nos adaptamos a los ritmos de los niños, en donde únicamente marcamos unas pautas que son ellos mismos los que, nunca mejor dicho, construyen y desarrollan.
Así, al inicio comentamos en grupo una serie de imágenes vinculadas al imaginario de la arquitectura y urbanismo. Imágenes de su ciudad, de Madrid, donde nos fueron contando aquello que les gusta y no les gusta, el modo en que utilizan los espacios públicos, así como el reconocimiento de edificios emblemáticos.
Nos llamó la atención que en todo el rato que duró el “cine” no quitaron ojo de las cajas y del material que les estaba esperando; estaban deseosos de poner a trabajar sus manos y seguir moviéndose a su aire por la sala mientras ajustan los colores y materiales de sus creaciones arquitectónicas.
No dudamos en comenzar a trabajar con los volúmenes de las cajas en cuanto percibimos esa intención en los propios niños, surgiendo de esta manera escuelas de música, teleféricos, la “casa chimenea”, la “casa roja y la casa marrón”, la “gran ciudad de 147 habitantes”, el zoológico, escuelas, iglesias…

Son ya varios los talleres que hemos realizado con esta metodología y cada vez nos cercioramos más de que los pequeños se quedan con ganas de seguir trabajando con su edificio, de seguir pintando, recortando, encolando, participando y compartiendo. Nos pareció increíble que niños de 4 a 7 se involucraran tan activamente en una actividad durante más de tres horas y aún tuvieran ganas de continuar. Prácticamente durante dos horas, conseguimos que los niños se concentraran en su trabajo creativo, bien moldeando su creación, bien explicándolo en público.
Es cierto que estuvimos todos, niños y mayores, muy emocionados y alegres. El espacio que nos cedieron era magnífico y dio tiempo, entre caja y caja, a echar unas carreras y disfrutar de lo lindo en un medio habitualmente ocupado por adultos con actividades “serias” y poco accesibles para el público infantil.
A todo esto ayudó la “domesticación infantil” que realizamos en la sala, mediante cojines en el suelo y dibujos en las paredes, todo ello con materiales de reciclaje.

También tuvimos la oportunidad de sentir la magia de la sala, atendiendo al lenguaje de sus paredes. Para impregnarnos de esa sensación nos dimos “tres vueltas mágicas”.
Muchas gracias a todos los peques por una tarde que nunca olvidaremos y que nos aportó tantas enseñanzas, a la Asociación ASA por su confianza, a Ainara Díaz por ayudarnos a tratar con tanto cariño a los niños y, sobre todo, al Comisario,  Miguel Ángel Díaz Camacho, en representación de MADC Arquitectos y de la propia ASA, que nos ha ayudado y apoyado tantísimo en todo momento. ¡Gracias a todos!