Reescribir la periferia es una forma habitual de crecer de la ciudad. El lugar del proyecto es resultado de un plan de reconversión de antiguos terrenos industriales en zona residencial de media densidad. Las primeras operaciones, como en este caso, se enfrentan a la ausencia de referentes, tanto arquitectónicos como naturales, que deja la antigua industria tras de sí. Ante la inexistencia de un entorno próximo cualificado y de un programa de viviendas definido, se plantea crear una red de relaciones que inicien un discurso urbano.
La parcela, prácticamente cuadrada, tiene tres fachadas a una plaza y a dos calles opuestas y a distinto nivel. Esta condición se aprovecha concentrando accesos, escaleras, ascensores e instalaciones verticales en la única medianera, para construir en fachada un volumen continuo de viviendas. Para lograr la máxima flexibilidad de la planta, se crea un sistema estructural que permite estratificar circulaciones (galerías de acceso a viviendas), instalaciones (zonas húmedas) y habitaciones (salones y dormitorios), dando lugar a una tipología mutable, cuyas variantes son múltiplos de un módulo equivalente a media crujía. Surgen así dos sistemas:
1. Una masa residencial que desarrolla la combinatoria tipológica y manifiesta en fachada la unidad residencial mediante un espacio que ilumina y articula funcionalmente cada vivienda, generando el acceso y separando zonas de día y noche. En un lugar donde la climatología lo permite, se trata de trasladar la tipología de casa-patio a la edificación en bloque, girando el sistema de coordenadas para llevar la cubierta a la fachada. Se trata de un lugar ambiguo, oscilante. El interior es exterior. Lo privado es público. La fachada es cubierta. La terraza es patio.
2. Un sistema de fuerzas que, desde el entorno, modelan la masa edificada. Hacia la plaza el edificio se comprime en altura para potenciar la dimensión del espacio público, ofreciendo al desnivel entre las calles un perfil paralelo, continuo. El volumen de viviendas se posa en lo alto de la parcela, gravita sobre el nivel inferior y se distorsiona en uno de sus vértices inferiores para crear una continuidad espacial entre calle, plaza y patio central. Éste aprovecha el desnivel entre las calles para plegarse sobre un garaje en rampa que maximiza el número de plazas con la mínima excavación. El patio, de uso privado, ya no es claustro. Se trata de un lugar ambiguo, oscilante. El exterior es interior. Lo público es privado. La fachada es calle. El patio es plaza.
El edificio puede verse como una de las múltiples soluciones a la ecuación de equilibrio o interdependencia de ambos sistemas, que se adaptan, se deforman mutuamente según un orden abierto que manifiesta un proceso -parafraseando a Duchamp- definitivamente inacabado.