Una vez consolidado estructuralmente el edificio y restituida su configuración original de tres crujías diáfanas, se plantea la necesidad de proponer un uso que permita su utilización habitual. Todo esto, motivado además por el afán de servicio a la comunidad que mueve a la propiedad, que ya había planteado la posibilidad de destinar el inmueble, una vez restaurado, a fines sociales, dada la falta de un espacio de estas características en una pequeña pedanía como Villaveta.

De esta manera, se plantea la posibilidad de proyectar el interior del edificio como un espacio de amplia polivalencia. En la planta baja se prevé disponer un espacio destinado a biblioteca en la crujía delantera izquierda, abierto a la central de acceso, de forma que resulte el uso más inmediato al entrar en el edificio. La sala situada en la crujía delantera derecha, en principio, conservará su cierre, de forma que se pueda utilizar como espacio independiente para actividades en pequeños grupos, reuniones... El lugar del lagar, en la crujía trasera de planta baja, lo ocuparán los servicios, espacios de almacenaje y una pequeña cocina auxiliar destinada a complementar ocasionalmente la actividad del centro.

Las tres crujías delanteras de la segunda planta estarán ocupadas por la caja de la escalera y un espacio destinado a conferencias, reuniones o incluso comidas, siendo este el espacio más diáfano del edificio, aunque siempre algo fragmentado por la presencia inevitable de las dos líneas de entramado estructural. La crujía trasera estará ocupada por una pequeña vivienda cuyas características se detallarán posteriormente, y un despacho o camerino separado del mencionado ámbito de reunión.

Para diferenciar las actuaciones contemporáneas del edificio preexistente, se buscará realizar las mismas con un sistema lo más evidente posible, mediante cajas de translucidas de policarbonato o mallas metálicas, que contribuirán a mantener, además, este carácter diáfano del edificio.