A través de la creación de una pista de pádel, La Pista propone incorporar a un centro cultural la función de centro deportivo. La Pista es una pista de pádel dentro de la Sala A de exposiciones de La Casa Encendida, pero no es solo una pista, es la creación del centro deportivo La Pista. Es la introducción de un nuevo uso en espacio ya reglado, y la superposición de ambos sistemas. Es el encuentro, negociación y convivencia del funcionamiento de un centro cultural con el funcionamiento de un centro deportivo y sus sistemas de órdenes y regulaciones propios. Pero también de sus cualidades físicas, como las alteraciones de las dimensiones oficiales de la pista al tener que adaptarse a las dimensiones de la sala, el bloqueo de puertas de la sala de exposiciones al ser superpuestas las paredes de la cancha o la multitud de pelotas que quedaron enjauladas entre ambos paramentos; y del espacio virtual, al hospedar la web del centro deportivo dentro de la de La Casa Encendida se produjeron situaciones de complejidad como la gestión de la protección de datos o la diferencia de los horarios de apertura.
La Pista se presenta como la posibilidad de un espacio para la incertidumbre. Los elementos que la regulan y formalizan no constituyen por tanto un todo cerrado, no siguen una lógica argumental del tipo inicio-desarrollo-desenlace que se pueda establecer a priori a través de herramientas discursivas. Es un proceso que se mantiene inconcluso hasta el final de la muestra. La Pista no termina de realizarse hasta que termina la exposición, porque no es solo la instalación de la pista, sino que es todo lo que emerge en torno a su activación. La Pista es todo el orden de situaciones que posibilitan su uso y que se desencadenan a partir de él. Es una pieza que reflexiona desde su condición de instalación, ejerciendo una presión como sistema sobre el sistema en el que se ha implantado, y cuya duplicidad de usos pone en crisis el papel de los distintos agentes y la naturaleza de la obra, pues ambos, el centro cultural y el centro deportivo, son espacios normados pero sujetos a diferentes normativas.
Desde un deseo de investigar sobre los márgenes de lo desconocido, de las relaciones entre sistemas diferentes y las posibilidades de los formatos del arte, se han incorporado varias líneas de investigación y prácticas artísticas que se han materializado en una única pieza. Queda, de esta forma, diluida la división entre pieza, exposición y discurso; así como la de comisario, artista, espectador y activador. El concepto de autoría se desplaza en la pieza única al no saber señalar cuándo termina la contribución de un agente y cuándo comienza la de otro.
La propuesta acaba así estableciendo un escenario para la reflexión sobre el alcance de la producción artística, desbordando la relación objeto artístico - espectador. El objetivo no es crear la pista de pádel como objeto artístico en sí, sino que se pone especial énfasis en las consecuencias de implantar un centro deportivo y sus protocolos en el contexto del espacio para el arte. Hay choque, hay mezcla. Más allá de lo proyectable y programable, se incorpora lo no previsible, al superponer las reglas propias del centro deportivo en el contexto ajeno del centro cultural y sus dinámicas “naturales”. De la misma forma, al hacer convivir un centro cultural con un centro deportivo con sus órdenes de funcionamiento y la incorporación de una instalación dentro de otra, se mezclan los espacios y confunden sus límites: los jugadores dentro de la pista deportiva y a su vez dentro del centro cultural, los espectadores fuera de la pista pero aun así dentro del centro deportivo; vemos tensarse ambos a diferentes niveles, se juntan distintos hardwares. Jugar, ver jugar, la vestimenta, la reserva de la cancha o el peloteo son elementos que proyectan la acción como una única vivencia establecida sobre la duplicidad de protocolos en la que no es reconocible qué es instalación artística, qué es cotidianeidad, qué es gestión de un centro cultural, qué es administración de un centro deportivo, como tampoco es identificable qué es predicho y qué es espontáneo.
La relación de la gente en tránsito que va a jugar con la gente que va a participar de la experiencia del arte comienza a darse desde su cruce en las escaleras a la pista, según sea ocupada para un juego o visitada como instalación. Así se complica la capacidad de discernir y el entendimiento sobre qué es espacio funcional del centro deportivo y qué es exposición. Lo inédito de la propuesta reside en muchas capas de su formalización pero resalta en el planteamiento lógico del funcionamiento; no tanto en la transformación del espacio sino en el de sus reglas de funcionamiento, uso y gestión.
La muestra estuvo abierta al público del 6 de junio al 31 de agosto. Los interesados en jugar podían reservar a través de la página web de La Pista de forma gratuita. El mayor temor que teníamos desde el proyecto era que cayera en desuso, y que La Pista se convirtiera en una mera instalación. Al final el proyecto proponía una línea de actividad, y en definitiva, un servicio público. Si estaba infrautilizado fallaría a esa condición de servicio publico básica del proyecto, ya que hubiera significado que se había utilizado unos recursos para algo que no estaba demandado. En ese sentido La Pista tuvo una ocupación del 93% del tiempo frente al 55% habitual de los centros deportivos, jugaron más de 2000 personas, y se reservó más de 700 veces. A esto hay que sumarle que los lunes, cuando La Casa Encendida cierra y las exposiciones están apagadas, La Pista la encendían los trabajadores del centro para poder utilizarla. Esto refleja la actividad y la acogida general que tuvo el proyecto, pero es importante mirar en detalle qué información recogen estos números sobre todo en términos de comunidad.
La Pista fue utilizada activamente por diferentes grupos de personas y en ese sentido contribuyó a la creación de comunidad. Los torneos organizados de instituciones de arte, de artistas, de estudios de arquitectura, de arte y educación, y el torneo de usuarios de La Pista, pusieron en un contexto totalmente desplazado a profesionales de distintos ámbitos de la cultura. Con más de dieciséis participantes por cada torneo, estos torneos, sirvieron como un punto de encuentro y un detonador, casi como un taller, de unas formas nuevas de relacionarse entre grupos de personas acostumbrados a coincidir en contextos profesionales. El premio al ganador del torneo era un viaje con los gastos cubiertos a las antípodas de La Casa Encendida, un pueblo en Nueva Zelanda llamado Weber. Proyectos como la Asociación de Pádel en Silla, de Pádel Adaptado o la Fundación Envera también hicieron uso de las instalaciones de La Pista frecuentemente, ofreciéndoles una infraestructura donde poder entrenar, jugar, y hacer exhibiciones con sus jugadores.
Participaron: Lorenzo Garcia-Andrade, Javier Cruz, Elgatoconmoscas, Carmen García, Jacobo García, Javier Garralda, Andrea González, Jovendelaperla y Taller de Casquería.
http://lapistaenlacasaencendida.es/
Prensa:
Marca - https://www.marca.com/padel/2019/07/12/5d283fd746163f9e1f8b45e8.html
El País - https://elpais.com/cultura/2019/07/25/babelia/1564065554_013853.html
El Cultural - https://elcultural.com/despacito-por-favor