Titulado por la Escuela de Arquitectura de Madrid en 1943, Rafael Aburto Renobales (Neguri, Vizcaya, 1913-Madrid, 2014) compaginó una callada pero prolífica tarea de construcción de viviendas sociales para la Obra Sindical del Hogar con su participación en concursos de arquitectura, siendo el proyecto de la Casa Sindical de Madrid (1950) –en colaboración con su amigo Asís Cabrero– el registro más destacado de su trayectoria y de mayor trascendencia en la singladura moderna de nuestra arquitectura. A la par, desarrolló varios proyectos de locales interiores que evidencian el contrapunto, la autonomía y la autenticidad de sus intereses arquitectónicos que le llevaron, al final de su etapa activa, a conquistar un lenguaje abstracto de alta densidad plástica y expresiva.
Se implicó, a través de la Revista Nacional de Arquitectura o de su participación en el Manifiesto de la Alhambra, en el debate disciplinar de la modernidad durante los años cincuenta. Al final de la década siguiente, su paso como docente por las aulas de la Escuela de Madrid coincide con su obra postrera y de madurez, las viviendas de Neguri (1969). A partir de ese momento se retira y entrega por completo a la pintura, su verdadera y contenida pasión. Así, pintando para expresarse, jugando al ajedrez y acompañado siempre por su esposa María Baselga, ha pasado Rafael Aburto las últimas décadas de su larga vida.
En 1946 publicó un texto titulado “Para qué sirve un árbol” en el que veladamente justificaba su autoimpuesto ostracismo –que describió acertadamente Fullaondo en el monográfico de Nueva Formade 1974– y que desvela los rasgos de su marcada personalidad. Construyendo una cabaña en lo alto de un árbol, se aísla con displicencia de un contexto profesional y social en el que nunca se sintió cómodo. Termina su texto apuntando a la seguridad de que, para quien trepara, “jamás tuviera un árbol mejor fruto”. Y bien que lo ha tenido.
Iñaki Bergera, Dr. Arquitecto
[Extracto del texto en Arquitectura Viva]
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