Construir un sueño. 

Una habitación y un jardín

“Sentiríamos su carácter terrestre, la imaginaríamos como una cabaña primitiva modelada en barro, bien plantada en tierra para resistir el viento. Y después, síntesis inmensa, soñaríamos al mismo tiempo en la casa alada que gime a la menor brisa y que sutiliza las energías del viento. (…)

Así, la casa soñada debe tenerlo todo. Debe ser, por muy vasto que sea su espacio, una cabaña, un cuerpo de paloma, un nido, una crisálida.”

Gaston Bachelard

La arquitectura nace de la ensoñación. Sus espacios pueden construirse vacíos pero, como dijo Le Corbusier, las personas los llenarán con su espíritu, sus sueños. 

Una caja, una habitación, una arquitectura, que contiene nuestros sueños y sobrevuela la ciudad, como la isla volante de Los Viajes de Gulliver. Un cuento de hadas, un sueño.

Esta caja puede abrirse y cerrarse, está abierta y cerrada a la vez. Su tecnología permite que sus paredes suban o bajen, abran o cierren esta habitación con vistas. Vemos la ciudad, el paisaje, el horizonte. Al subir la escalera, como al subir a una cabaña en un árbol, entramos en un mundo nuevo, un jardín, la isla volante. Es pequeña, pero sus límites son infinitos, no tiene horizonte. En su borde crecen plantas hasta la altura de nuestra mirada, sus hojas acarician las nubes.