La propuesta se sitúa en las ruinas del convento de San Antón, perdidas en los campos de la provincia de Burgos a su paso por el camino de Santiago. Aunque también podría tratarse de cualquier otra pequeña capilla escondida en las montañas que solo el fuego o la intemperie son capaces de ponerla en valor.
El texto que la acompaña se centra en los recuerdos, en los márgenes de la memoria.
Entender los recuerdos como un proceso a lo largo del tiempo, que funciona de un modo distinto, con mucha mayor lentitud. A lo largo de este proceso, se van fijando diferentes momentos de su “construcción” y sirve para averiguar y entender cual debe ser su forma, o que elementos pueden ser suprimidos y cuales deben ser remarcados. Al fin y al cabo, las Ruinas conservan las mejores cualidades de lo que un día fue, pero siempre albergan huellas entre sus paredes, o en lo que queda de sus pavimentos, que deben ser interpretadas correctamente.
El planteamiento de la propuesta trata de poner en valor lo que hay y lo que no hay. Por este motivo cobran tanta importancia la nueva cubierta y los muros preexistente. El albergue solo tiene sentido cuando ambos elementos trabajan unidos, ya que para llegar al espacio abovedado del comedor, que es el más potente del programa, antes tienes que recorrer todo el albergue perimetralmente, observando y tocando estos muros que han conseguido sobrevivir a lo largo de tanto tiempo.