La Ciudad y la Pandemia
En 2022 cumplimos dos años en un contexto de pandemia, una situación global que ha puesto en cuestión la forma en que nos construimos. La arquitectura y la ciudad dan soporte material a los espacios en que las personas interactuamos entre nosotros y con lo que hasta hace poco se denominaba “el resto”: flora, fauna, e incluso niños, mujeres o esclavos.
Invitamos a reflexionar sobre la naturaleza material e inmaterial de la arquitectura y de las infraestructuras que sostienen la experiencia humana, y preguntarnos por los cambios impuestos a partir de la experiencia visibilizada por la pandemia, que nos trasladó desde lo tangible y concreto a un campo infinito de posibilidades abiertas por la digitalización obligada. Inmaterialidad, que para existir requiere, por una parte, su propia materialidad (cables, centros de almacenamiento de datos, etc.) y por otra, condiciones de existencia compatibles con la vida. Abriendo nuevos campos normativos que cuestionan el derecho y los derechos, así como el concepto de bien común, las decisiones de estado y gobierno cuyas contradicciones se manifiestan de forma directa.
La arquitectura y el ser humano en sociedad nos vemos sometidos a presiones extremas, tensiones estructurales y redefiniciones experimentales que han tenido por efecto la transformación del escenario de las prácticas humanas: una suerte de revolución eléctrica que nos lleva del verso (dar vueltas) al metaverso (universo ficticio) ocurriendo en un espacio virtual, digitalizado y desmaterializado que día y noche se construye, reproduce y expande.
Los límites entre lo público, lo común, lo colectivo, lo íntimo y lo privado se fundieron y los espacios donde solían ocurrir los acontecimientos públicos relativos a lo común, se privatizaron y se colaron en lo íntimo: el trabajo se apoderó de la intimidad del hogar.
Esta fusión produjo una redefinición de lo íntimo, de los espacios, límites y estética, es decir, la sensibilidad y la percepción de los sentidos. Toda vez que la digitalización conlleva una redefinición de los significados y un asentamiento de nuevas prácticas, se altera la esencia de aquello que vamos decantando. Aparece la ilusión de una “nueva normalidad” y somos devueltos a la incertidumbre del elemento crisis incorporado como constante: inestabilidad, atención fragmentada y tik-tokeada, con una existencia continua y real, cuyas consecuencias éticas, físicas y sicológicas necesitan debatirse.
(Pinchart- Kerneur, diciembre 2021)
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