Nuestra arquitectura surge, por y para la ciudad. Nace y se define con la configuración del espacio público y aspira a convertirse en “arquitectura” pública, en el sentido más noble de la palabra.
No perseguimos, por tanto, la creación de “objetos icónicos”, buscamos, y nos detenemos en la formación de espacios y vacios emblemáticos, “vacios icónicos” que permitan devolver la atención de la arquitectura sobre la ciudad.
Nos concentramos, de este modo, en las conexiones entre los objetos, en los intersticios y vacios, que los relacionan, y no en los objetos en sí, para conseguir que el espacio público pase a ser el protagonista de nuestra arquitectura.
Todo ello, con el afán de redescubrir la autenticidad de las cosas y de centrar nuestro trabajo en los fundamentos constitucionales de la disciplina.
Nuestros últimos trabajos, insisten cada vez más en ésta idea, en la búsqueda de una arquitectura absoluta y pura, capaz de enfrentarse al mundo a través de lo imprevisible, lo único y, a veces, del azar.
Quizás sea éste el punto determinante de nuestro trabajo: dar forma a una arquitectura capaz de mantener un equilibrio entre el deseo de lo absoluto y la comprensión de la relatividad del azar.