Beca 2016
Modalidad:
Expediente Académico
| Destino: RCR Aranda Pigem Vilalta | Prácticas: 11/2016 - 05/2017
Claustro Infinito
¿Por qué nos embelesa la quietud, el silencio?
Tal vez porque nos confiesa con un susurro atronador que somos capaces de quebrarlo, de agitar con un paso, un roce o una sombra el hechizo en el que estábamos atrapados. Nos enfrenta a nuestra propia existencia y nos recuerda que estamos vivos, que podemos cambiarlo todo y romper el silencio.
Esta consciencia profunda del ser dura un instante. Una breve pausa que cuando se vive parece eterna. Es el momento en el que el Yo decide si permanecer congelado en el tiempo, morir en ese instante, o volver a dar cuerda al reloj, a veces con pesar, otras con cierta irreverencia juguetona, como aquel niño que corretea en misa o habla durante el despegue de un avión.
Pero lo formidable es que siempre decidimos romper la quietud.
Soltar el aire de nuestros pulmones, respirar o pestañear.
No podemos sostener el tiempo mas que ese instante insignificante que nos ha permitido un vistazo fugaz a algo que no conócenos ni podemos entender.
Seguimos viviendo ajenos al misterio de qué pasará cuando finalmente ese instante se haga eterno.
El discurrir infinito a través de la luz, como atrapados en un cuadro de M.C Escher, nos enfrenta a esa quietud, nos hace tomar partido, descoser ese instante con un paso o con una sombra que agita la luz o participar en él, guardando con la mirada el vacío interior, un espacio estático donde la única referencia del mundo exterior es la luz que entra por el óculo y que queda congelada hasta que nosotros la liberemos en el reflejo del agua.
El claustro es un andar infinito y pausado.