Elijo un paisaje de gran evocación, que despierta una sensación de paz y tranquilidad abrumadora. La orilla de un lago a los pies de los Picos de Europa. Lugar ideal para el descanso semanal de una familia y sus invitados. Surge inmediatamente la problemática de como integrar la intervención en el lugar, de cómo amplificar mediante la arquitectura las sensaciones producidas por el paisaje. Recuerdo las obras del pintor romántico alemán C. D. Friedrich, donde plasma personajes contemplando la grandeza de la naturaleza. Esa actitud es la que busco. La misma actitud que manifiestan los Moais de la Isla de Pascua. Por ello, la idea es la de crear dos piezas, dos Moais que albergan en sus entrañas el espacio donde refugiarse. Dos volúmenes de naturaleza esteorotómica que acceden al paisaje y a la luz a través del tallado y sustracción de su materia. Los dos miran frontalmente al lago, plasmando esa actitud de contemplación hacia lo infinito, esta actitud de ambas piezas es la que produce su principal relación. Los dos pabellones-moais se disponen sobre una plataforma ligeramente elevada de la cota del terreno, se crea así un plano exterior que subraya el paisaje, un plano de relación donde se darán las actividades exteriores de los ocupantes. El proyecto se construye con dos volúmenes de planta trapezoidal irregular semejantes cumpliendo el teorema de tales: moai adulto - pabellón familiar y el moai niño - pabellón de invitados o hijos. Se tallan referenciando su perfil exterior a las montañas circundantes, se vacían haciendo que las estancias se abran a un espacio central vertebrador. Se utilizara un material pétreo que no manifieste la escala humana como hormigón o grandes costeros de piedra.